La política norteamericana es lo más parecido a un juego de Trivial Pursuit: no se pueden elegir los códigos de colores y la naturaleza de las propuestas quedan definidas por el lugar en el que los dados mandan a las fichas. Ahora que el dato del empleo norteamericano ha caído en el mes de agosto, la apuesta del presidente para la reelección es otra vez la seguridad, que es un comodín de recurso para cuando el tablero se pone cuesta arriba. Si George W. Bush vuelve a ser elegido presidente seguiremos sin conocer al verdadero rostro de la Casa Blanca, porque no nos podemos creer que quién hace formulaciones cotidianas tan obvias como para atragantarse con una galleta y con un discurso tenga criterio alguno para gobernar el mundo. Sólo representa un papel que encima tiene un guión trasnochado. Rusia es una ruleta de casino en donde sus pozos de petróleo, al final, dependen de los caprichos de Vladimir Putin; Irak no tiene a nadie capaz de manejar las válvulas del carburante porque todo el mundo está demasiado entretenido en buscar formas rápidas de matarse mientras Arabia Saudí busca a los terroristas infiltrados entre la mitad de su población, que según las encuestas se declaran partidarios de Bin Laden. Menos mal que el presidente Bush juega la baza de la seguridad y la estabilidad en el mundo para ganar las próximas elecciones y nos dice, una y otra vez que el mundo es más seguro y lo será todavía más con él repitiendo en la Casa Blanca, mientras alerta de que puedan volver a volar Wall Street.

*Periodista