El norte y el sur de América andan bastantes más enfrentados hoy debido a la intransigencia de Donald Trump. Su constante desprecio a otras razas y pueblos e injerencia en los asuntos de otros países ha creado una división ideológica que el muro con México no hará sino materializar, pues con evidencia ya existe.

El mensaje de Trump ha vuelto a entronizar al wasp como amo y señor de todas las Américas. El blanco, culto y protestante yanqui de raíces europeas, curtido en la colonización de los grandes espacios y recursos de Estados Unidos es, sin duda, el más poderoso ejemplar de ser humano jamás llegado a las costas americanas.

Así establecida la división geográfica, política y racial norte--sur, a Trump nada le cuesta polarizar la opinión e intentar arrimar la general a la suya. Que es, claro, la de proteger al norte de la invasión chabacana, delictiva, corruptora del sur.

¿Qué sabrá el presidente de Estados Unidos de los Estados Unidos de México? ¿Habrá estudiado su historia, las huellas de España, habrá leído a Octavio Paz?

Si lo hubiera hecho, tal vez habría descubierto en un ensayo del Premio Nobel mexicano, El pachuco y otros extremos, algunas de las características que separan, o que complementan y unen, según se mire, a norteamericanos y mexicanos.

«Ellos son crédulos --escribe Paz, refiriéndose a los americanos del norte--, nosotros creyentes; aman los cuentos de hadas y las historias policiacas, nosotros los mitos y las leyendas. Los mexicanos mienten por fantasía, por desesperación o para superar una vida sórdida; ellos no mienten, pero sustituyen una verdad verdadera, que es siempre desagradable, por una verdad social. Nos emborrachamos para confesarnos; ellos para olvidarse. Son optimistas, nosotros nihilistas. Los mexicanos son desconfiados; ellos, abiertos. Nosotros somos tristes y sarcásticos; ellos alegres y humorísticos. Los norteamericanos quieren comprender, nosotros contemplar. Son activos; nosotros, quietistas. Disfrutamos de nuestras llagas como ellos de sus inventos. Creen en la higiene, el trabajo, la felicidad, pero tal vez no conocen la verdadera alegría, que es embriaguez, torbellino, alarido de una noche de fiesta...»

Si Trump leyera a Octavio Paz...