A ver si soy capaz de explicarme. Que haya que llegar a los extremos que contó ayer la ministra de Igualdad, Carmen Calvo («si una mujer no dice sí expresamente, todo lo demás es no») demuestra lo difícil que le está resultando a ciertos hombres entender la diferencia entre sexo consentido entre iguales y agresión sexual. Bien es verdad que hasta encontrarnos en este punto han tenido que pasar tantas cosas… (y siguen pasando, nos matan cada día). Pero no puedo evitar pensar que la relación fluida entre la mayoría de los hombres y mujeres en la sociedad se va a ver empañada por esta necesidad de pautar, legislar y acotarlo todo. Qué fácil sería que esos hombres (esa minoría) que no entienden de límites hubieran estado mejor educados desde la escuela, por ejemplo. Porque con tanto consentimiento explícito y casi por escrito, vamos a colocar en la misma categoría a aquellos varones que se han relacionado con respeto y sin problemas con el sexo femenino, que a esos otros que nunca nos han tenido la más mínima consideración. «Si no hay un sí, es un no» es, evidentemente, una fórmula que salvaguarda de relaciones no deseadas, aunque no veo en qué va a disuadir a un violador que le digamos no, o incluso que no digamos sí. Pero en fin. A esto hemos llegado, primero, por las agresiones sexuales de las que somos víctimas a diario las mujeres; pero segundo, y no lo olvidemos, porque hay jueces que tienen problemas a la hora de distinguir esos mismos matices entre consentido y forzado. Y no miro a nadie, señores magistrados del caso de La manada… H *Periodista