El culebrón del Pazo de Meirás y las constantes argucias y demoras en su devolución por parte de la familia Franco han traído a la actualidad el nombre de Emilia Pardo Bazán.

Antigua propietaria del pazo, sus jardines y salones siguen encubriendo sus pasos perdidos o albergando parte de su rica biblioteca. En aquellas antiguas fotografías en que puede verse a la escritora en su escritorio del torreón, tomando un té en el porche o cultivando sus flores entrevemos asimismo la personalidad, fuerte y líquida a la vez (como enraizada y evanescente puede parecernos la fábrica del palacio de Meirás), de esta formidable y sensible mujer que logró abrirse camino en un mundo de hombres. Algunos de ellos, como Benito Pérez Galdós, quien se enamoraría de ella, siendo, seguramente, correspondido, sí supieron descubrir y valorar su talento literario, pero en muchos otros ámbitos el decidido pulso de doña Emilia por la igualdad y los derechos de las mujeres se estrelló frente a un muro de indiferencia, incomprensión o machismo.

Al margen de su vida patrimonial o amorosa, lo verdaderamente sustancial de Pardo Bazán fue su obra literaria. En particular, el corpus novelesco, que abarcó títulos tan atractivos como 'Insolación', ahora reeditada por Reino de Cordelia con una serie de ilustraciones de Javier de Juan que contribuyen deliberadamente al aggiornamiento de un texto detenido en sus aspectos costumbristas en la corriente naturalista pero vivo y adelantado a su tiempo en lo que respecta al avance del pensamiento sobre la libertad de las mujeres.

Al margen de su carga teórica, 'Insolación' se lee como un melodrama. Una historia de amor entre un donjuanesco seductor, Diego Pacheco, y una joven viuda, Francisca Asís de Taboada, marquesa de Andrade. Amor carnal, de aromas meridionales, mediterráneos, que hará explotar con su carnalidad la cáscara de convenciones y represiones que mantenía el alma femenina encerrada no ya bajo siete llaves, como en los tiempos del Cid, pero sí a cubierto de toda tentación erótica al margen del matrimonio.

Si el Pazo pudiera hablar, y elegir entre los botines de la marquesa y las botas del Caudillo, preferiría vincularse a la memoria de Emilia Pardo Bazán.