Nada menos que el mismísimo James Ellroy, uno de los pontífices de la actual novela negra, ha elogiado sin ningún tipo de reservas la más reciente creación de Barry Eisler, Sicario , calificándola como "un hipnótico thriller" protagonizado por "el asesino con más clase del momento".

La laudatoria frase publicitaria de Ellroy saluda la supuesta sofisticación del sicario John Rain a la hora de poner en juego su capacidad para liquidar objetivos humanos sin dejar huella alguna. Entrenado por la CIA y otras agencias secretas paraestatales de la constelación del espionaje yanqui, Rain es un veterano de la guerra de Vietnam, donde aprendió las bases de su futuro oficio. Ahora, ya adulto, lo encontramos en el frío y exótico escenario del Tokio contemporáneo, aplicando a sus misiones por encargo la misma frialdad ambiental o anímica con la que percibe su salario por cada operación satisfactoriamente ejecutada.

Sin embargo, el gen criminal de John Rain no acaba de eliminar --y ahí, quizá, resida el punto débil de este implacable sicario-- un poso de romanticismo, una cierta y suicida tendencia al heroísmo anónimo que le llevará a complicarse la existencia, enamorándose de una pianista japonesa de jazz, cuya ambigua figura irá creciendo en el entorno de uno de sus casos.

La chica, como la ciudad en la que Rain se mueve como pez en el agua, es fría. distante, pero oculta en su interior una adormecida sensualidad, un volcánico torrente de fuego. La misma gélida y como incandescente pasión que aflora en las yemas de sus dedos cuando recorren el teclado interpretando temas de Thelonius Monk. "Sólo que con más rabia", piensa Rain , observándola en su club nocturno. También el sicario es un purista del jazz, de la escuela de Charlie Parker, Evans, Coltrane, el propio Thelonius... y un solitario frecuentador de las cavas musicales de Tokio.

La capital japonesa ejerce como una medida escenografía a este thriller plagado, en efecto, de violencia y sofisticación. La ética de John Rain , vencida por las reglas de su detestable oficio, había llegado a un límite de no retorno, pero el amor --una pasión sin esperanza, ajustada al presente-- consigue reflotar en él algunos de los principios que creía olvidados.

Esa conjunción de enamoramiento y moral ejercen sobre el asesino profesional una suerte de catarsis, obligándole a revisar todo su pasado e invitándole a replantearse el aislamiento y la pobreza existencial del futuro que le espera. Pero Rain , súbitamente convertido en una especie de vengador de las injurias recibidas por algunas de las que fueron sus víctimas, se precipita en esa desesperanzada nada con el elogiable propósito de merecer una redención siquiera simbólica. No lo logrará, claro, pero en el intento habrá purgado antiguos pecados, y resuelto algunos nudos de su propia personalidad.

Eisler nos conduce a través de este conflicto demostrando dominio de la técnica de la novela de acción. Hay tensión y una inteligente dosificación informativa sobre ese Tokio capital en el libro.

*Escritor y periodista