Como acaba de cumplirse un siglo del asesinato de Estado de esta gran pensadora y activista política y, según mi percepción, la fecha ha pasado casi ignorada en España y relativamente también, salvo para grupos radicales de Europa (especialmente Alemania) y América Latina, me propongo ofrecer algunas claves del personaje y su pensamiento. Porque, como escribiera en Sin Permiso el 19 de enero de este año 2019 el profesor de economía política en la Universidad de Lancaster<b> Michael R. Krätke</b>, del Consejo Editorial de esa web: «Hoy en día es casi una santa de la izquierda a escala mundial, pero en vida fue muy controvertida».

Ese asesinato aplastaba una posible revolución alemana a la manera de la rusa, y quizá favoreció los futuros, terribles cambios producidos en Europa a partir de 1939. En efecto, dimitido el káiser tras la derrota de la I Guerra Mundial, los socialdemócratas asumieron el poder y <b>Sheidemann</b> proclamó la República el 9 de noviembre de 1918. Pero, líderes de un grupo mucho más izquierdista, <b>Karl Liebknecht </b>y Rosa Luxemburgo, apoyados en consejos de obreros y soldados, se enfrentaron a esa reforma suave. De inmediato, el Gobierno llegó a un acuerdo con el Ejército: había que frenar la revolución y liquidar a su ala más radical. «¡Odio la revolución como la peste!» había declarado <b>Friedrich Ebert</b> de sus antiguos camaradas.

Ha recordado <b>Josefina L. Martínez</b>, en el excelente sitio de Público Contexto (ctxt), cómo «hacía días que la prensa lanzaba amenazas e insultos contra «Rosa, la sangrienta», dirigente de la Liga Espartaco y del recién fundado Partido Comunista Alemán (KPD)… El 15 de enero de 1919, Rosa Luxemburgo y Karl Liebknecht fueron arrestados en el piso donde se escondían y trasladados a la sede de la Guardia de Caballería de los freikorps (cuerpos paramilitares)». Poco después, ambos fueron asesinados. Ella golpeada fuertemente en la cabeza, y su cadáver de Rosa arrojado al berlinés Landwehrkanal.

Quién fue:

La persona, la estudiosa

y la activista política

Como han escrito en esta conmemoración en Viento Sur (26 de enero de 2019) <b>Manuel Garí</b>, <b>Teresa Rodríguez</b>: «Rosa Luxemburg es una de las autoras más citadas en forma de slogan, pero menos leída y aún menos tenida en cuenta en la práctica política de la izquierda que la elogia. Y, sin embargo, su pensamiento supone una aportación clave en el siglo XXI para la construcción de un discurso emancipador. Esa «pequeña e insignificante» mujer tal como cariñosamente calificó <b>Hermann Duncker</b> a Luxemburg, que hablaba polaco, ruso, alemán, francés, inglés e italiano, provenía de una familia burguesa, como tantas y tantos dirigentes revolucionarios que abandonaron los intereses de su clase y abrazaron los del proletariado renunciando a brillantes carreras profesionales».

Nacida en Zamoc, al sureste de la actual Polonia, pronto se acercó al más intenso e importante mundo alemán. A pesar de su siempre frágil salud y su cojera, tras unos años en Suiza llevó a cabo una actividad extraordinaria: escribiendo, hablando, debatiendo en el partido socialdemócrata alemán. En el fin de siglo escribe intensamente, fundiendo información rigurosa y análisis: sobre la huelga de los mineros ingleses; el origen del primero de mayo; el oportunismo y el arte de lo posible; para qué sirve la política colonial; el Asunto Dreyfus y el caso Millerand; libertad de la crítica y de la ciencia; la crisis socialista en Francia… y pronuncia importantes discursos en los Congresos de Stuttgart y Hanover.

Es ya en el nuevo siglo cuando escribe sobre los que serán sus grandes temas: Reforma o revolución, En defensa de la nacionalidad, Los discursos en el congreso socialista internacional de París, Sobre los mandatos polacos y Sobre el militarismo y la política colonial. También trata cuestiones de táctica, estancamiento y progreso del marxismo, problemas organizativos de la Socialdemocracia, el socialismo y las iglesias. Y analiza la Huelga de masas, partido y sindicatos, El Estado-nación y el proletariado, Utopías pacifistas, El voto femenino y la lucha de clases, el Día del Trabajo, Contra la pena capital, La responsabilidad histórica…

Son de 1916: Tesis sobre las tareas de la Socialdemocracia Internacional. De 1918: La Revolución Rusa. Un llamamiento a los trabajadores del mundo. Nuevos discursos en el congreso socialdemócrata de Nuremberg, el de Jena, y el fundacional del Partido Comunista Alemán; y muchas cartas, a Franz Mehring, a Clara Zetkin, a los Kautsky, que reflejan un ser humano sensible, detallista, reflexivo. Analiza y critica las elecciones para la Asamblea Nacional y expone su programa y la situación política y ya en 1919 ¿Qué están haciendo los jefes?, Tareas incumplidas, Castillo de naipes, hasta publicar, la víspera de su asesinato, un alegato irónico: El orden reina en Berlín .

Los ecos

Aunque los sucesos fueron acallados y luego la vorágine nazi arrasó, su memoria quedaría en manos de los comunistas alemanes (escriben biografías su amiga Clara Zetkin (1919), la dirigente <b>Rosa Scheiner</b> (1935) y otras muchas personas. Especialmente cuando el stalinismo se manifiesta en toda su dureza, los marxistas antiestalinistas harán de su obra y figura un mensaje alternativo. Menudearon estudios y reivindicaciones, pero fue, sobre todo, a partir de los sucesos de mayo de 1968, cuando se volvió la mirada analítica hacia Rosa. <b>Daniel Bensaïd </b>y<b> Sami Naïr </b>en su artículo El problema de la organización publicado en enero de 1969 en la revista parisina Partisans, y traducido en 1972 al español en Buenos Aires evocaban con el gran disidente <b>Lukács</b>: «El problema de la organización de un partido revolucionario no puede desarrollarse sino a partir de una teoría de la revolución».

En el caso español, hubo alguna edición anterior a la muerte de <b>Franco</b>, tan próxima, pues quizá por ignorancia de los censores salieron en 1975 en Castellote el librito sobre La revolución rusa y otros escritos y en Galba las Cartas a Karl y Luise Kautsky. Pero, sobre todo, es muy madrugador el entonces líder del ala izquierda del PSOE<b> Luis Gómez Llorente</b>, que publica Rosa Luxemburgo y la socialdemocracia alemana, acompañado de un apéndice interesantísimo, a cargo de <b>Mercedes Gutiérrez Sánchez</b> sobre El eco de la muerte de Rosa Luxemburgo en el socialismo español. Analiza en las primeras cincuenta páginas el recordado pensador español los caminos de la socialdemocracia alemana, con lucidez e intención, y aborda luego el objeto central del libro, concluyendo:

«Su vida estuvo entregada por entero a la revolución socialista y, desde su temprano ingreso en las organizaciones obreras (a los diecisiete años) hasta el momento mismo de su muerte, lleva a cabo una actividad torrencial al servicio del proletariado. En su temperamento se equilibran el pensamiento y la acción… Fue una de las mujeres más cultas de su tiempo, no sólo por la erudición que revelan sus obras… Pero no escribe simplemente haciendo especulaciones, sino basándose también en la amplia experiencia que tuvo como activísimo agente revolucionario. Rosa fue un alto ejemplar de la dialéctica entre pensamiento y acción».

Los años 70

Inmediatamente al final de la dictadura se produjo en España un pequeño aluvión de traducciones y ediciones magníficas, de las que puedo citar: de 1976 el libro de Lelio Basso en Ediciones de Bolsillo y las Cartas desde la prisión en Akal; de 1977 los Textos sobre la cuestión nacional en Ediciones de la Torre; en 1978, Akal repite con Reforma o revolución, y Grijalbo, que ya lo había publicado once años antes en México, edita La acumulación de capital, su obra principal, que aspira a completar la de Marx; precisamente en México acomete Era la magnífica edición en dos grandes tomos de sus Obras escogidas.

Una visión actual

La corriente antiestalinista que desde entonces se extiende a las nuevas vanguardias (la izquierda radical, anticapitalista y antiimperialista), rehabilita a Rosa Luxemburgo como intérprete teórico del movimiento obrero. La crítica a las burocracias obreras toma de sus obras citas y referencias. Así lo ha explicado <b>Néstor Kohan</b>, en Rosa Luxemburg la flor más roja del socialismo, subrayando sus ataques a las burocracias sindicales, los jerarcas rusos y chinos y tantos otros.

Preguntado el 15 de enero de 2019 en la citada ctxt el filósofo Michael Löwy, profesor en la École des Hautes Études en Sciences Sociales de París sobre la vigencia de su pensamiento, responde: «En primer lugar, su comprensión de que el capitalismo no puede existir sin expansión imperialista, militarismo, guerras de conquista, conflictos interimperialistas por la hegemonía, opresión brutal de los pueblos de la periferia, imposición a todo el planeta de las implacables exigencias de la acumulación del capital».

A difundir su imagen e ideas contribuyó decisivamente la película que dirigió en 1986 Margaret Von Trotta siendo la protagonista la excelente actriz Barbara Sukowa, también protagonista en su otra película política sobre Hanna Arendt así como en la de <b>Fassbinder</b>, Berlin Alexanderplatz, a partir de un libro mítico. No sé si ya habrá corrido Youtube como hace estos últimos meses, a cerrar accesos gratuitos, pero cuando escribo sigue pudiéndose ver en https://www.youtube.com/watch?v=LofL6gntN6U

Añadiré que la Fundación Rosa Luxemburgo, fundada en 1990 en Berlín, y vinculada allí al partido La Izquierda, ha editado un preciso estudio y antología en español: Rosa Luxemburg o el precio de la libertad, Editado por <b>Jörn Schütrumpf</b>, cuya 3ª edición es de 2011. Si no hago magia sin saberlo, creo que quien me lea encontrará también fácilmente, y gratis, esa pequeña joya en https://www.rosalux.org.ec/pdfs/rosa-luxemburg-o-el-precio-de-la-libertad.pdf

Estas breves noticias me parecían de obligado cumplimiento histórico, recogiendo de la red lo posible, aunque ello no sea muy frecuente en la prensa de papel...

*Catedrático jubilado de la Universidad de Zaragoza

Mehring, el primero y uno de los mejores biógrafos del gran pensador, dijo que Rosa Luxemburgo era «la más genial discípula

de Carlos Marx». En ello estuvieron también de acuerdo Lenin, con reparos, pero no tanto, aunque la respetaban y temían, la mayoría de sus compañeros socialdemócratas en Alemania.