Si ha de desmontarse la falacia independentista, no será con más nacional-sectarismo de otro signo, ni utilizando en vano la palabra democracia, ni falseando la esencia del Estado de Derecho. En las Españas se ha hecho habitual ese círculo vicioso dentro del cual suelen justificarse la corrupción, la arbitrariedad y el autoritarismo propios por comparación con los ajenos. Lo explicó Coscubiela en el Parlament cuando rebatía los delirios de Junts pel Sí y de la CUP: «No se combate un déficit democrático (la negación a toda consulta por parte del Gobierno central) generando un déficit mayor (la convocatoria forzada de un referendo sin reglas)». Pero, claro, ninguna de las dos partes se dió por aludida.

Por idéntica razón, lo que pasó el domingo en el exterior del pabellón Siglo XXI de Zaragoza cuando se celebraba la reunión de cargos públicoso de Unidos Podemos y de otros partidos y plataformas, revela una torpeza terrible y negativa por parte de la autoridad competente y del PP. Sí: de los conservadores, que ayer mismo (con el delegado Gustavo Alcalde a la cabeza) todavía se empeñaban en quitarle hierro al incidente, justificándolo con el hecho de que en este caso el escrache (colateralmente violento y expresivamente ultra) se dirigía contra presuntos escrachadores. Que se jodan, oye.

Lamentable, porque la susodicha reunión (de clara naturaleza institucional) requería otro trato. Los responsables de la seguridad ciudadana tenían la imperiosa obligación de demostrar que ellos sí están al servicio de la ley y la democracia, como proclaman. Es el PP, y no otros partidos, el que domina hoy el aparato del Estado y sus organismos represores, desde la alta judicatura a los cuerpos policiales. Y si ha de ganarse el favor de la opinión pública (y en particular de la opinión pública catalana) no puede justificar lo del Siglo XXI, ni aplaudir a quienes despiden unidades de la Guardia Civil en marcha hacia Cataluña al grito de «¡A por ellos!». Esto no es defender España y su Constitución, sino contribuir a su división y su desprestigio. Por mucho que diga Trump.