La semana que acaba hoy, la economía aragonesa ha tenido muchos guiños positivos. El primero lo trajo debajo del brazo la ministra de Transición Ecológica en funciones, Teresa Ribera, al venir a Zaragoza con un contrato en marcha de transición justa. Que Aragón vaya a ser la primera comunidad española donde se firme es muy bueno, sobre todo para Andorra que va a ser el primer ejemplo del país en dar este paso, cuidado y trabajado con mucho mimo para solventar la falta de experiencia. Que el Ejecutivo central venga a negociar a Aragón y se cuente con el territorio tiene un gran valor, y que, además, Gobierno regional, empresas y sindicatos lo valoren muy satisfactoriamente, es señal de que se están haciendo las tareas bien, al menos de momento, aunque Endesa cierre la central de Teruel.

Que Aragón renueve el acuerdo entre el Gobierno autónomo, los empresarios y los sindicatos y venda paz social es otro guiño positivo. Cuando la consejera de Economía, Marta Gastón, reúne a los agentes sociales, está mostrando Aragón como un territorio atractivo para la inversión de empresas, y trabajar juntos por mejorar las condiciones de empleo. El objetivo es aunar esfuerzos por la formación, la igualdad, la calidad laboral, la digitalización y la mejora en las empresas, pero también es un compromiso del Ejecutivo que debe traducirse en los presupuestos, y de patronal y sindicatos, que se comprometen a apoyar el impulso demográfico, las mejoras en las infraestructuras o la financiación autonómica.

El tercer guiño positivo para la economía aragonesa vino con los datos de la encuesta de población activa, la EPA. La tasa de parados se sitúa en la comunidad en el 9,69% en el tercer trimestre del año, inferior a la del segundo e incluso a la del mismo periodo del año pasado, estando mucho mejor que la media nacional y en la parte alta del ranking regional. Si a esto se añade que el crecimiento económico de Aragón es más alto que el de España y, a su vez, el nacional mejor que el de Europa, la lectura solo puede ser positiva.

Pero pasa que este crecimiento va a la baja, que los salarios de los aragoneses son mucho menores que los del conjunto de los trabajadores del país y que está cundiendo esa sensación de que llega otra crisis. Quizás no es tal, pero sí una desaceleración y es que se está desperdiciando mucho tiempo para hacer cambios en la economía española y aragonesa. No hace falta cambiar el modelo, pero si reformas, algo así como ajustar el formato productivo actual a lo que el mercado demande, pero no se hace. Es necesario ya que la construcción tenga menos peso en el PIB del país y de la comunidad y, a cambio, aumente el de la innovación y la economía del conocimiento. Pero estamos inmersos, supuestamente, en un tiempo de transformación tan grande que si no se toman decisiones cuanto antes los españoles y los aragoneses vamos a pagar un alto precio.

Estas reformas llevan muchos años pendientes, y no se hacen ni en un año ni en dos. Sabíamos desde el 2008 --cuando se dio el pistoletazo de salida de la crisis, aunque en Aragón la empezamos a notar a principios del 2009-- de la existencia de problemas económicos y han pasado once años y diferentes gobiernos y seguimos igual. Por eso el diálogo social, que está muy bien que exista, necesita meter el turbo. Es verdad que no solo es cuestión de hacer cambios en la comunidad, pero no hay que esperar a que lleguen desde Madrid. Hace falta la unión de muchas fuerzas políticas y acuerdos globales para dar el giro que necesita nuestra economía, y en estos momentos en Aragón, tanto con los agentes sociales como con el Gobierno cuatripartito, se está en condiciones de ponerlo en marcha. Otra cuestión es que tras las elecciones generales del 10-N sean posibles unos acuerdos de Estado que permitan esas reformas económicas necesarias para huir de la actual desaceleración.

Aragón ha demostrado tener una gran capacidad de exportación, pero si esa forma de competir baja, y con el nuevo escenario mundial de aranceles bajará, nos faltará uno de los pulmones básicos de este ciclo. Si eso no lo ven o no se puede remediar desde Madrid, por lo menos que se intente desde Zaragoza. Con todos los guiños positivos que esta semana recibió la economía aragonesa y otrros muchos que ha tenido en las últimas semanas, Aragón puede ser capaz de atajar, al menos, los miedos que parece que se extienden entre muchos empresarios. Aún estamos a tiempo de que la actual desaceleración no pase a ser crisis, es decir, que coja a la economía aragonesa fortalecida. Que por nosotros no quede.

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