Un hombre con trastorno mental fue abatido recientemente en Andorra. Tuve que leer varias veces el titular para comprender la magnitud del eufemismo. Sin juzgar la actuación de los agentes y con todo mi respeto por la familia, me sorprende que se haya hablado del caso sin rozar el asunto central: el silencio que rodea a las enfermedades mentales.

Pareciera que cuanta mayor cota de libertad alcanzamos, más debemos autocensurarnos. Una ley no escrita nos prohíbe mencionar los desórdenes de la mente, fuera de un manual de psicopatología. Los medios silencian el concepto de suicidio, por evitar el fenómeno llamada, dicen. Afirman que, si se emite la noticia, otros van a imitar esa conducta. No sé por qué no ocurre lo mismo con los atracos o con el fraude fiscal. Tampoco debemos nombrarlos en una conversación. Haga la prueba. Puede viajar en el tranvía y comentar que viene del reumatólogo que le trata su artritis y será un tema bien acogido. Pero cuente que sale del psiquiatra que atiende su trastorno obsesivo-compulsivo y verá la de asientos libres que dejan a su alrededor.

Decir que un afectado de esquizofrenia murió de dos disparos y no añadir información es ignorar la problemática que viven estos pacientes y sus familias, es confirmar la falsa teoría de que quienes padecen tal enfermedad son violentos, aunque la proporción de agresivos sea igual que en la población general. La revolución farmacológica permitió a los pacientes psiquiátricos volver a casa y llevar una vida «casi» normal, a costa del esfuerzo de sus progenitores, generalmente mayores. El nuevo sistema ofrecía más ventajas que inconvenientes, siempre que el afectado siguiera la medicación. Pero, bien por la lejanía, bien porque no es fácil obtener cita, el seguimiento se nos puede ir de las manos y hay que avisar a los agentes, que no están especializados en tales menesteres.

Hemos repetido hasta la saciedad que contábamos con un sistema de salud ejemplar, y era cierto. Hasta que la pandemia y la campaña de vacunación pusieran en evidencia que el personal había sido recortado en exceso durante la pasada década. Faltan sanitarios, muchos. Más aún en salud mental. Debemos informar de estas patologías sin estigmatizar. Tenemos todo por aprender porque, directa, o indirectamente, nos afectan a todos