Nueve meses después de la tragedia del Yakolev en Turquía, los familiares de las 62 víctimas empiezan a ver claros los pasos que tienen que dar. Por lo pronto cotejar sus ADN con el de los fallecidos, un material impagable que guarda el Instituto de Toxicología de Estambul. Es la prueba del nueve para poder confirmar que los muertos que enterraron son sus muertos, y para ello van a exigir a Defensa que les facilite la labor. Están dispuestos a llegar hasta el final y el ministerio debe colaborar con absoluta generosidad facilitando, primero, toda la información de que dispone para calmar la inquietud y el desasosiego de las familias. La tragedia, sin más aditivos, es insufrible. Si además se le añaden los silencios y las medias verdades oficiales el resultado no puede ser otro que la querella criminal que las familias están preparando contra los responsables de Defensa por la ocultación de pruebas. Trillo debe ejercer de ministro y no sólo de candidato.