Para algunos es un alivio que la macroeconomía del país no se vea afectada por los vaivenes políticos ni la desvergüenza que arrastra esta pelea por asegurarse despachos grandes, cargos medianos y otros puestos de medio pelo pero con chófer a la que estamos asistiendo en los últimos días (Ojo, también en Aragón). Para Josep Comajuncosa, de la escuela privada de negocios ESADE, no es «un drama» la ausencia de un gobierno estable durante tanto tiempo, ni repetir elecciones sería «una debacle para la economía» porque España sigue creciendo por encima de la media de la zona euro. El propio comisario Pierre Moscovici tampoco ve mayor problema: «No es la primera vez que hay incertidumbre, y el país va bien, avanza y progresa». Para otros, sin embargo, que la política se degrade hasta la indiferencia (por no decir irrelevancia) y que todo marche al trantán más allá de la capacidad de maniobra de un poder en funciones es una pésima noticia.

La democracia sirve para que los ciudadanos expresen en qué dirección desean que camine su sociedad. El resultado de las últimas generales instó a que se ahonde y se concreten medidas donde primen los derechos sociales de todos sobre la inercia neoliberal de sálvese-quien-pueda. Es decir, todo debería reducirse a una cuestión de fondo en la que la voluntad de los principios que se plasman en programas no son solo puntos de partida o de llegada sino sobre todo procesos.

Los datos así lo exigen. En su informe Apuesta por el crecimiento 2019, la OCDE señala que el aumento de la desigualdad que se produjo en España desde el 2007 no se ha corregido y recomienda «mejorar la eficiencia y la progresividad del sistema tributario», reduciendo las exenciones. También un mayor gasto en innovación, investigación y desarrollo, para lo que, sin duda, se necesita un gobierno proactivo. Es decir, algo que sigue pendiente. El propio Banco de España advierte de que los jóvenes españoles ganan menos que hace una década y también del riesgo que corremos si no se toman medidas respecto al funcionamiento del mercado laboral y el encarecimiento del alquiler.

Sin embargo, casi tres meses después del 28-A la sensación que tenemos la mayoría es que todo lo anterior no son sino números y palabras y que lo que verdad importa es una competición llamada silloning que esta semana disputa su gran final. A la espera de que empiece, en el aire solo una pregunta: ¿para qué votamos? H *Periodista