La consecuencia evidente de aquella apocalíptica soflama de Thatcher de que no había «alternativa» a la economía global desregularizada fue que la política, entendida como debate ideológico imprescindible en las sociedades, pasaba de ser esencial a simple juego floral. Cualquier crítica, legítima o no, era incluida automáticamente en ese genérico saco llamado antisistema que con el tiempo ha sido reactualizado con la etiqueta de populismo. En el fondo, se trata de dos conceptos tan difusos que por sí mismos no explican nada.

El think tank norteamericano Pew Research Center ha publicado un curioso trabajo realizado en ocho países europeos sobre el escurridizo término de populismo. El criterio del informe para definir quién era populista consistía en responder afirmativamente a la creencia de que cualquier persona corriente resolvería mejor los problemas que los representantes políticos y negativamente a que precisamente a estos últimos les importe realmente la opinión de las personas corrientes. Cuatro de cada diez españoles encajaba perfectamente en la definición (en Suecia, por ejemplo, uno de cada diez), dejando a nuestro país en la segunda plaza general. En definitiva, los ciudadanos se sienten defraudados por incompetencia o por indiferencia. O, por doloroso que resulte tener que resaltar la madre de todas las obviedades, porque sus representantes no se ocupan de la resolución de los problemas cotidianos.

Es evidente qe aquí solo hay sitio para la cansina cuestión catalana y para la mal disimulada lucha por el poder que mantienen los partidos, con el consiguiente el rumrum de un posible adelanto electoral. Respecto a la primera, la matraca independentista casi todo lo eclipsa, empezando porque se trata de la comunidad autónoma que más ha recortado su gasto social desde el 2009. Pedro Sánchez ha intentado un acercamiento, pero apenas le ha alcanzado para rebajar un poco la tensión. La política de gestos es como el fútbol, puedes jugar muy bien e igualmente volverte a casa con las manos vacías.

En cuanto a lo segundo, unos y otros tratan de sacar tajada de la debilidad de un Gobierno sostenido por 84 diputados, aunque destaca especialmente la inquina del PP (ahí está el asunto del objetivo de déficit). Los populares recuerdan a Cristiano, cuando pidió fuera de juego en el gol de ¡un compañero suyo!. O marco yo o no marca nadie.

Tenía razón Iron Lady: no hay alternativa. Al menos aquí. H *Periodista