Para algunos la nueva política, que acababa de hecho con el bipartidismo clásico al que estábamos acostumbrados, empezaba y terminaba con el surgimiento de Podemos, y su inmediato sucedáneo de contrapeso: Ciudadanos. Y puede que en ese sentido envejeciera pronto, cuando el primero optó por consolidar una estructura jerárquica al modo de los partidos políticos de siempre mientras se producían disensiones, renuncias y pérdida de importancia de los círculos iniciales. Del segundo, como la construcción artificial que fue, mejor ni hablamos a este respecto.

Pero seguramente lo esencial de aquel cambio de óptica que acompañó al 15-M fue que gran parte de la sociedad civil vio en el asociacionismo una ventana de posibilidad para incidir en el mundo de la vida cotidiana desde el marco institucional de la representación política en nombre propio, y que no era imprescindible hacerlo a través de los partidos políticos de siempre. Ese fue el salto cualitativo o la lección que se aprendió, que hizo posible que también los nuevos movimientos sociales, con preocupaciones concretas y no necesariamente homogéneas en lo ideológico, tejieran alianzas en causas transversales y vieran que podían representarse a sí mismos. Los ayuntamientos del cambio, y no solo en las grandes ciudades, fueron el reflejo de esta nueva convicción, que no tenía por qué pararse ahí.

La agrupación de electores Teruel Existe siguió ese rastro y concurrió, con éxito, a las últimas generales. Algo que podría haberse quedado en un gesto pintoresco hasta que su voto ha resultado decisivo en la configuración del nuevo Gobierno. A partir de ahí, las siete plagas. Abochorna que Guitarte necesitara protección antes de votar la investidura. También las diferentes propuestas de boicot a los productos y recursos de una tierra tan castigada y olvidada. O la campaña de manipulación para hurgar en los asuntos económicos privados y familiares de su diputado, sin mencionar que fueron muy anteriores a la creación de la plataforma.

Lo penúltimo ha sido, como ha hecho esta semana El Mundo, presentar a Igor el Ruso como el asesino que «impulsó» a Teruel Existe o como el «catalizador involuntario del fenómeno político del año». Una asociación de ideas obscena que sirve de prueba definitiva de que los límites han saltado por los aires. Visto lo visto, existir ya es lo de menos. Ahora no queda más remedio que resistir. H Periodista