Esto no es una gripe común. Es algo inesperado. No son vacaciones, ni un aislamiento forzado, ni el momento para escaparte al pueblo. Es una pandemia. La cruda realidad de esa película de Hollywood que nos adormece un domingo en el sofá o nos tensiona en la butaca durante una premiere.

Todavía no soy capaz de discernir en qué momento nos dimos cuenta de la magnitud de lo que se nos venía encima. Algunos antes que otros, es evidente. Hay quienes jaleaban mitines ideológicos hace pocos días y ahora están confinados en sus casas por ser positivo en coronavirus o decretando un estado de alarma necesario tras días de retraso.

Es el momento de todo. Tanto del liderazgo político hasta de la responsabilidad ciudadana. Durante años nos hemos reunido en actos multitudinarios pidiendo más derechos. Más libertades civiles. O nos hemos manifestado para pedir una reacción política de nuestros gobiernos en la búsqueda del beneficio común.

Y ahora es más evidente que nunca que, desde nuestro silencio atemorizado por las circunstancias, es el momento de las obligaciones que tenemos como ciudadanos. Todos conferimos una tela de araña que nos ampara de lo externo.

España necesita la mejor política que, lamentablemente, hace tiempo perdimos. Conocemos una política liderada durante años por dirigentes que han querido buscar un hueco en el oasis del ruido populista a golpe de tuit. Lo sencillo es decretar emergencias machistas, antifascistas, populistas o anticomunistas pero lo complicado es gestionar una crisis de estas dimensiones.

Es la crisis sanitaria más importante de una generación. Y aquí no caben medias tintas. Con el Estado de alarma se debe conferir al gobierno de todos los mecanismos necesarios, tanto públicos como privados, tanto civiles como militares. Todo lo posible para frenar la expansión de un virus que acecha con un aumento vertiginoso en el número de casos contagiados.

Las palabras de Pedro Sánchez anunciando un estado de alarma denotan más un miedo razonable --o un desasosiego a lo que vendrá-- que todos comenzamos a tener. Su comparecencia demuestra la gravedad de lo que estamos viviendo. Y es un cambio en la tendencia de las decisiones políticas de los últimos días.

Es necesario que todas las medidas drásticas que se adopten mantengan la contundencia en las formas, en los gestos y en el fondo. La conciencia social comienza con la decisión contundente de nuestros responsables.