El Gobierno del PP pretende que los próximos alcaldes correspondan a la lista más votada para conservar importantes plazas que peligran. Cuando se le recordó a la vicepresidenta Sáenz de Santamaría la cantidad de municipios que de este modo obtendría Bildu en el País Vasco, sin pestañear habló de "respeto al vecino" y de "regeneración democrática". Así que ahora sabemos que su cálculo electoral, esa sospecha casi corpórea, es más fuerte que la feroz intransigencia y odio que su partido ha exhibido siempre hacia dicha formación. Vivir para ver.

Temiendo que dicha propuesta siga adelante, Rajoy ya ha conseguido, para empezar, que las izquierdas se planteen una candidatura unitaria, también animadas, todo hay que decirlo, por la fulgurante irrupción de Podemos. Y eso que su rostro y voz más omnipresentes, Juan Carlos Monedero, no ha tardado en despertar a viejos pero conocidos demonios que disfrutan disgregando. Primero, con su actitud altiva ante la mano tendida por la IU de Alberto Garzón, y segundo, con un discurso que por el momento se centra, más que en el futuro, en ajustar cuentas con el pasado, y trata los asuntos del presente con simplismo y una arrogancia próxima a la frivolidad.

Lo cierto es que esta austeridad selectiva que ha provocado tanta desigualdad ha empujado a gran parte de la sociedad española, por precariedad o marginación, hacia la izquierda del sistema, multiplicándose en nuevos actores electorales diseminados en distintas plataformas ciudadanas. Si bien la actual ley electoral penaliza la fragmentación de los partidos, y aunque esta vez la aritmética del inconformismo promete, hacer confluir la complejidad no es tan fácil en la práctica.

Los votos están aún por contar. No hay nada malo en converger y construir un marco geométrico poselectoral que refleje los compromisos prioritarios de los programas, programas, programas (ese viejo mantra de Julio Anguita) y mantengan a raya celos y personalismos prescindibles (incluido Monedero). Para pactar no tiene que haber prisas. Por lo menos no tantas como tienen otros por hacer un trato con el diablo a cambio de unas alcaldías. Periodista