La crisis de las instituciones y su desprestigio tiene mucho que ver con el agotamiento del modelo nacido en la transición. Los mecanismos que se sustenta el sistema democrático del que disfrutamos hace casi cuatro décadas dan alarmantes señales de desgaste. La crisis económica ha sido una de las causas que ha contribuido a la pérdida de prestigio de partidos e instituciones por la incapacidad de frenar el deterioro de las condiciones de vida de los españoles. Y junto a ello, la corrupción, tolerada en épocas de abundancia, ha aflorado con toda su crudeza.

La imagen de unas instituciones incapaces de enderezar el rumbo y gestionadas por partidos desbordados por casos de corrupción, ha abierto profundo abismo entre instituciones y ciudadanía. Una auténtica crisis de régimen. Pero si inicialmente los partidos aparecieron como los grandes protagonistas del desastre, otros agentes clave no les han ido a la zaga. Organizaciones empresariales y sindicatos están también en el punto de mira. Para los segundos, los casos son extremadamente lacerantes. Entidades que deberían centrarse en la defensa de los trabajadores, y en especial de los que más padecen la crisis, se han visto envueltos en una larga lista de escándalos. Los ERE de Andalucía o la cuenta opaca del líder del sindicato minero de UGT, José Ángel Fernández Villa, son los más recientes. Sin contar con que hasta 11 representantes sindicales se han beneficiado del festín de las tarjetas en negro de Caja Madrid. CCOO y UGT, que han copado la representación sindical en las instituciones y han acaparado subvenciones, han iniciado un proceso de depuración con expulsiones sonadas. La CEOE, por su parte, mantiene una actitud mucho más atemperada, como si más que un actor del sistema democrático, sus dirigentes la consideraran un club privado en el que los trapos sucios se lavan discretamente en casa y sin prisas. Con un expresidente como Díaz Ferran entre rejas y un vicepresidente --Arturo Fernández-- en el cuadro de honor de los beneficiarios de las tarjetas opacas, entre otros casos, la CEOE debería mostrar más diligencia en la depuración de responsabilidades. Patronales y sindicatos no pueden ser ajenos al clamor de regeneración que recorre el país.

Necesitan reiventarse tanto como los partidos políticos si no quieren que trabajadores y empresarios les den definitivamente la espalda.