Ha sido la diana de todas las críticas. La oposición política --y también la mediática-- ha tildado sus informes de improvisados, ausentes de rigor científico o amparados en vicios ideológicos. En parte con razón. Y otro tanto sin medida.

Salvador Illa reaccionó tarde, acertó con el confinamiento más estricto de Europa y gestionó a tientas la compra de material sanitario. Nadie está a salvo de errar en una situación sanitaria de tanta gravedad, con un virus tan impredecible. Pero su altura política debe prevalecer.

No ha caído en la descortesía ni en la imprudencia verbal. El bien intencionado esfuerzo de Salvador Illa en la búsqueda de acuerdos mayoritarios es el mejor síntoma de lo que merece el país.

Porque con un panorama tan polarizado en el Congreso de los Diputados --y en la sociedad como su espejo-- se debe buscar una reconstrucción del espacio moderado. Es más necesario que nunca ante una crisis económica, y un potencial rebrote de dimensiones desconocidas, para acertar en las medidas con la ponderación de lo pragmático que permite el consenso desde el centro.

Al inicio de la pandemia, la oposición solo esperaba que el Gobierno de Sánchez cayera por la inercia de sus errores sin entender que la situación de emergencia sanitaria no es una partida de parchís. No cabían simulaciones de debates dogmáticos sino la urgencia de salvar vidas.

Y a esa línea debe sumarse el PP de Pablo Casado, como ha hecho en el último acuerdo parlamentario en apoyo al decreto de la nueva normalidad. Porque se puede ser oposición pero también ser constructivo. La capacidad de criticar con dureza lo errático de un Gobierno sin descuidar las formas que conjugan el verbo sumar es clave. Es la estrategia marcada por Inés Arrimadas con un Ciudadanos que muta hacía lo responsable.

Nada más imperioso que una oposición moderada desde el PP para labrar pactos a largo plazo que forjen acuerdos de calado. No debe ser flor de un día la suma del bipartidismo por el interés social de erradicar al extremismo para enfocar los problemas más ordinarios en soluciones cruciales.

Un partido como el PP que anhela el poder debe sustentarse en la responsabilidad de aunar esfuerzos junto al Gobierno para ser tratado como respetable cuando gobierne. La contundencia no debe caer en la mezquindad del insulto. El síntoma Salvador Illa con la prudencia como estandarte para contagiar de moderación a la oposición.