Hace un par de días se ha producido un acto más de la continua mascarada de mentiras, falsedades y vulneraciones que se están perpetrando en Irak. En una ceremonia clandestina, las tropas invasoras han entregado un acta con la presunta transferencia de soberanía a un gobierno títere compuesto, nombrado y alimentado por la Administración de los Estados Unidos. La cesión de soberanía no es tal, pues no incluye ni el control del petróleo, el quid de la cuestión, ni la seguridad. Los dos máximos responsables de la invasión, los señores Bush y Blair, se han pavoneado de semejante acto, como si con él Irak entrara de pronto en la senda de las democracias. Esta mal llamada transferencia de soberanía no es sino una hipócrita escenificación del tremendo fracaso de una guerra de conquista a la que se lanzaron los ejércitos de la llamada Coalición sin tener en cuenta las consecuencias que semejante canallada iba a desatar. Que el mundo es ahora menos seguro que hace año y medio es manifiesto, que nos mintieron, también, y que siguen muriendo personas inocentes casi todos los días no deja de ser un hecho palmario. Irak, que era una sangrienta dictadura con Sadam Hussein, es ahora un campo de ruinas, miseria y terror con un futuro incierto. Arreglar semejante desaguisado no va a ser fácil, desde luego, pero si ello fuera posible, Bush, Blair y Aznar deberían ser juzgados por un tribunal internacional independiente. Sólo así podría comenzar a imperar la justicia. Pero me temo que este deseo no deja de ser una utopía.

*Profesor de Universidad y escritor