Una cierta sensación de decepción y desencanto esta invadiendo a la ciudadanía, tras ver y contemplar las dificultades de consensuar programas y acuerdos, que permitan investir al presidente del Gobierno de la nación, así como a una parte significativa de los de las comunidades autónomas que recientemente se han producido en los ayuntamientos.

Posiblemente por limitaciones en la altura y nivel político de una parte de los integrantes y líderes de la clase política actual, impotente para lograr acuerdos y o formar coaliciones. Mas pendientes de los intereses personales y partidistas, que de lo que la Constitución les exige y permite: ser capaces de legislar y administrar para mejorar nuestro país en todos sus ordenes, así como para las posibilidades y bienestar de la ciudadanía corregir los desequilibrios sociales, que produce el sistema entre los mas desfavorecidos. Como líneas genéricas de su labor de gobierno y control.

Por eso, muchos, recordamos a bruñidores de acuerdos como Alfredo Pérez Rubalcaba, (actor fundamental en la dimisión de Juan Carlos y persistencia de la monarquía parlamentaria), así como otros muchos acuerdos de Felipe González y Alfonso Guerra que, con su mayoría de 202 diputados, tuvieron un gran sentido de Estado, y lograron nuestra entrada en la Unión Europea y en la OTAN, así como Adolfo Suárez y Calvo Sotelo, que lideraron desde el final de la dictadura el periodo constitucional y el conjunto complejo y de alto nivel político de la Transición.

Estamos viviendo un auténtico galimatías entre los cuatro (cinco) partidos de implantación nacional, que están reeditando las dos Españas de Claudio Sánchez Albornoz, y mostrando un feroz enfrentamiento entre los dos bloques de izquierdas y derechas. La ciudadanía, en actuales encuestas sociológicas, expresa que están perjudicando a nuestra democracia.

Pero, sincrónicamente, la pujanza y empuje de la sociedad civil, (a pesar de estar sin Presupuestos, prorrogados dos años o ya tres los de Montoro) está generando riqueza y mejorando indicadores.

Esta carencia de Presupuestos, impide legislar, y sin esa herramienta de la Administración para cumplir el mandato constitucional, estamos en parálisis administrativa (con los integrantes del Congreso de los Diputados inactivos, pero recibiendo de la sociedad civil sus bien remunerados emolumentos).

Emociona y alegra ver que España (a pesar de los pesares), sigue creciendo el 2,3%, que la sanidad y los hospitales nos siguen protegiendo, que la universidad sigue educando y formando a la juventud, además de ser un activo importante en la creación de ciencia y conocimientos con la investigación.

Mención especial a la nuestra, por sus constantes logros, apertura a la sociedad, mejora en los ránkings mundiales por su excelencia, y muy estimables aportaciones en la investigación.

Así como una enseñanza media, con menos fracasos escolares, y unas ofertas de formación laboral y grados medios, que están ayudando a un gran número de jóvenes y profesionales. Seguimos asistiendo a una disminución de los rangos de paro, desde el 2008, de manera permanente, y las prestaciones sociales se mantienen.

Todo, a pesar de la voracidad sin limite de la Administración. Que ha llevado la deuda pública por encima del 100% del PIB. Lo que exige unos intereses anuales de 40.000 millones de euros que, a corto plazo, pueden hacer peligrar una parte importante de las prestaciones sociales.

Estos indicadores económicos nos llevan a hacer una comparativa entre el número de políticos por habitantes de Alemania y España, así como entre funcionarios solapados en tareas y responsabilidades, locales, comarcales, provinciales, autonómicos, nacionales y la representación en Europa, francamente expresivos y demoledores.

Concluyo. En estas mismas páginas, antes del 28-A, expresé en un artículo mi sugerencia de lo oportuno que podría ser un Gobierno de coalición entre el PSOE socialdemócrata y el Ciudadanos liberal y antisecesionista.

No ha sido así.

Si la impotencia negociadora nos lleva a una repetición de las elecciones generales el 10 de noviembre, yo, como otros ciudadanos, mostraré mi desencanto no acudiendo a votar, por primera vez en todas las convocatorias desde junio de 1977.

*Catedrático de la Universidad de Zaragoza (jubilado)