Mucho se ha escrito ya a estas alturas sobre la nueva etapa política que se abre en Aragón tras el 14-M, pero, no por ser redundantes, las reflexiones sobre el futuro que nos viene dejan de ser pertinentes. Al contrario, tres años de crispación y salidas de tono, con una sociedad permanentemente movilizada, en especial, aunque no en exclusiva, por el trasvase del Ebro, bien merecen abrir una etapa de expectativas. Aunar estos deseos con la realidad será tarea fundamental de quienes nos representan, y nuestra exigencia es velar por el cumplimiento de compromisos que están en el aire.

Aunque las europeas de junio van a ser planteadas por los partidos, particularmente por el PP, como una segunda vuelta de las elecciones generales, lo relevante ahora es esperar una etapa de normalidad política. El Plan Hidrológico Nacional pervirtió totalmente la política aragonesa hasta encerrarla en un callejón que parecía no tener salida. El diálogo entre el Gobierno central y el Gobierno aragonés era prácticamente inexistente, salvo en aquellos casos, como el convenio del AVE, en los que la necesidad apretaba, u otros, como el proyecto de la Expo 2008, que por generar ilusión vinculan a todos los partidos.

Recuperar la normalidad en las relaciones, más allá de los ejemplos citados, supondrá pues el primer avance, necesario pero no suficiente para lograr que Aragón reciba por fin el mejor trato posible desde la Administración central. En ese diagnóstico coinciden colectivos, agentes sociales y personalidades de la región, que instan a Marcelino Iglesias a hacer valer su posición de fuerza ante José Luis Rodríguez Zapatero. El primer test para valorar el predicamento del líder socialista regional era comprobar si en el Consejo de Ministros se sentaba algún aragonés. No ha sido así, y por ello no cabe decir que Aragón dejará de jugar un papel importante en el nuevo Gobierno, y lo que es más importante, para el nuevo Gobierno. Lo relevante es visualizar que ese gabinete, con independencia de quiénes ocupen las carteras, entienda y comparta las prioridades de Aragón. Ver en los proyectos regionales un avance sustancial para lograr un Estado más cohesionado es clave para que los proyectos puedan materializarse.

A expensas de cómo se traduzca este previsible entendimiento en los presupuestos generales del Estado, de aquí al verano hay oportunidades para visualizar que los buenos deseos de Iglesias pueden convertirse en realidad. Por ejemplo, ¿no podrían destinarse parte de los fondos previstos para el aeropuerto de Monflorite en otros proyectos de mayor interés para Aragón? O, en otro orden de cosas, ¿qué ministro se ocupará ahora de la candidatura Expo 2008 y cómo comprometerá su apoyo ante el Bureau International des Expositions en su inminente visita a España para comprobar la evolución del proyecto? Hace falta responder con celeridad a cuestiones como éstas y sentar las bases de los grandes asuntos pendientes, sobre todo la nueva política hidráulica para la región. Frenar el trasvase no significa dejar de aprovechar el agua en Aragón.

También se abre una nueva etapa para el Partido Popular en Aragón, atenazado en los últimos años por el encadenamiento de factores clave para entender su pésima situación actual. A la marcha primero de Santiago Lanzuela de la presidencia del partido se unió después el trágico asesinato de su sucesor, Manuel Giménez Abad, ya con la polémica del PHN encima de la mesa, y la posterior pérdida de instituciones como el Ayuntamiento de Zaragoza. Ahora, el PP Aragón está obligado a ser autocrítico, a hacer una lectura realista del momento político y, despojado de la pesada cruz del trasvase del Ebro, ejercitar una política de oposición leal pero muy firme. Las Cortes de Aragón deben convertirse en el foro de debate político por excelencia y el PP está obligado a jugar allí todas sus bazas.

En el análisis, no se puede dejar al margen a las opciones territoriales, PAR y CHA. Los primeros están obligados a mantener sus postulados en asuntos como el agua o el autogobierno, para erigirse en la conciencia aragonesa de un Ejecutivo regional con mayoría socialista ante sus jefes de Madrid. Para el Partido Aragonés siempre ha sido más fácil gobernar aquí con un socio que no ostentara el Gobierno de la Nación. José Angel Biel debe valorar con esta clave el nuevo panorama que se abre tras el 14-M. Y en el caso de Chunta, el papel tampoco es menor. Partidos como el suyo pueden ser decisivos para la gobernabilidad del país, puesto que la opción del PSOE de formar gobierno en solitario le obligará a buscar apoyos parlamentarios con un elenco de posibles aliados, entre los que se encuentra CHA. En un reciente artículo, Bizén Fuster ya fijaba las condiciones para esta colaboración, basadas en el anuncio por parte del Gobierno de una política del agua basada en el consenso y el diálogo, la asunción de más inversiones en la región y el desarrollo del autogobierno aragonés.

Queda claro que sobran ingredientes para vivir una legislatura intensa y fructífera para Aragón. Y no debemos dejar pasar la oportunidad. La sociedad así lo espera.

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