Hace unos días fallecía Z. Bauman, un pensador que ha tenido una importante presencia en las últimas décadas. Si hubiera que elegir un solo concepto para resumir su aportación teórica o para visualizar su obra este sería, sin ninguna duda, el de liquidez. Bauman nos habló de la sociedad líquida y de todos sus corolarios: amor líquido, vida líquida, tiempos líquidos, modernidad líquida. Aunque tanta liquidez quizá acabara por caer en el exceso, Bauman fue un muy lúcido, y sencillo, analista de la sociedad capitalista contemporánea.

Ese análisis Bauman lo realiza, como decíamos, desde la idea de liquidez. Con esa imagen, Bauman pretendía contraponer la solidez de las sociedades pasadas a la volatilidad de la nuestra. Mientras en las sociedades del pasado el ser humano permanecía atado, sólidamente, en la mayoría de los casos, a un lugar, a una forma de trabajo, a un entorno familiar, a una relación de pareja, a unos valores, a un modelo ideológico, a una religión, en las sociedades contemporáneas todos los lazos humanos se han debilitado, se han tornado líquidos, mudables, efímeros. Como decía, de modo premonitorio, otro de los grandes teóricos sociales contemporáneos, Marx, todo lo sólido se ha disuelto en el aire. La sociedad contemporánea se construye sobre la novedad, el cambio. Bauman subraya cómo los conceptos ligados al cambio adquieren una dimensión positiva, mientras que, al contrario, los que indican permanencia, poseen una carga negativa. Así, el de flexibilidad es un concepto positivo, mientras que el de rigidez es negativo. De esa manera, se aboga por flexibilizar, casualmente, las relaciones laborales, frente a las rigideces del mercado de trabajo.

Por otro lado, las dinámicas de consumo también van aparejadas a la novedad, de modo que los productos deben cambiar de modo constante para atraer la atención del consumidor. Aunque ese cambio solo afecte a su aspecto y no a su contenido. El consumidor, por su parte, también se haya sometido a incesantes modas que afectarán a su forma de vestir, a su aspecto, a su ocio.

Bauman describe minuciosamente nuestras sociedades de consumo y los tipos humanos que ellas han generado. Pero es una descripción crítica, en la que se advierten los riesgos que nos acechan, entre ellos el de la banalidad. Vivimos sociedades banales, en las que se concede importancia a lo insustancial, a lo efímero, a lo superficial; en las que comunicamos hasta el infinito para no decir casi nada. No es que Bauman abogue por la liquidez, es que esa liquidez es el signo de los tiempos.

Hay quienes, con poco tino, entienden que este tipo de descripciones y teorías, hacen el juego al sistema. Y es cierto que hay autores que se regocijan con este modelo social y lo alimentan. Pero también los hay, y muchos, que entienden que sin un análisis riguroso de la realidad es imposible hacerle frente. Porque saben, como sabía Maquiavelo, que para hacer política hay que ser, en primer lugar, realista. Sin duda, a muchos no nos gustan cómo son las cosas, no nos gusta el tipo de personas que ha creado esta sociedad consumista, pero solo sabiendo a qué tipo de sociedad nos dirigimos, con qué tipología humana debemos trabajar, seremos capaces de plantear propuestas que cuenten con una cierta efectividad. Nos ha tocado vivir lo que Bauman llamaba Modernidad líquida y que otros llamamos Posmodernidad.

Nos deja un lúcido analista. Pero nos lega sus herramientas de análisis, sus instrumentos de aproximación a la realidad. Sus libros, fáciles de leer incluso para quienes no estén iniciados en los secretos de la teoría, seguirán alumbrando este presente de aguas tan oscuras y pestilentes. Porque nuestro presente, y esto no lo dijo Bauman, va alcanzando la liquidez de la cloaca.

*Profesor de Filosofía. Universidad de Zaragoza