Me decía el otro día un positivo en covid-19 que este virus es una locura, que cuando parece que se sabe algo certero de él, hay un hecho que se tuerce y así caminamos sin rumbo. Y es que continuamos sin tener muy claro nada. Porque seguimos con una marea alta de contagios, la cuarta ola en Aragón, la tercera en España, confinamientos en Portugal, más restricciones en Francia, en Alemania... En China han vuelto a tener un muerto después de un montón de meses sin víctimas... Ha habido en el mundo virus muy peligrosos como el ébola, o la llamada gripe española, o la viruela, pero ahora nos ha tocado un coronavirus del que, un año después, sabemos muy poco. Eso si, ha causado dos millones de muertes en todo el mundo. Esta semana, España ha registrado datos dantescos: un máximo de contagios en un día, 40.197, 235 muertes en solo 24 horas, una incidencia acumulada de 575 casos por cada 100.000 habitantes, la cifra más alta de la pandemia. Los casos en los últimos siete días superan los 200.000. Pero si echamos un vistazo a la semana en Aragón también es horrorosa. Se empieza con algo más de 200 contagios y ayer se comunican 912 . En Aragón, en España, en Europa, cuando todo esto acabe habrá que mirar hacia atrás y ver qué errores hemos cometido. Todos, los gobiernos y la sociedad, porque el fracaso es total. La pandemia está dejando muchas heridas y muchas brechas sociales y la gestión política y la responsabilidad ciudadana habrán intentado ser competentes y solidarias, pero no se ha conseguido. Necesitamos aprender de las lecciones que nos está dando el coronavirus. Suerte que la ciencia sí ha dado un paso de gigante.

Da la impresión de habernos instalado en un bucle. Somos conscientes todos de que a menor movilidad, menor transmisión, a mayores aglomeraciones, más contagios porque los aerosoles funcionan de maravilla. Sabemos que hay cuestiones que son incompatibles, como relajar las normas restrictivas y que muchas empresas y sectores puedan funcionar un poco, pero lo hacemos. Sabíamos todos que eso de salvar la Navidad iba a provocar mucha movilidad y relaciones sociales y, por lo tanto, más contagios, pero se hizo y ahora estamos como estamos. La onda epidémica va en ascenso y lo peor es que no se sabe cuál será el pico. En julio y agosto se hizo mal, y ahora estamos igual. Mala gestión. Las fiestas de los pueblos y de las grandes ciudades (que no hubo) se celebraron de tapadillo y se lió. Y es que la gente se dispara, como con esas fiestas de Nochevieja y Reyes en Alcañiz.

Es evidente que hay muchos tipos de gestión. Algunos que han fracasado estrepitosamente, como el modelo de EEUU, sin liderazgo, con debates políticos sobre el uso de las mascarillas... Otros modelos que parecían que sí funcionarían, al final también fracasan porque no acabamos de hacer frente a la pandemia, como es el modelo europeo, el nuestro. Y no es porque en el sistema democrático sea imposible. Países como Canadá, Corea del Sur o Taiwán, han acertado con la gestión. Y está China, que con medidas drásticas, propias de una dictadura, permiten tomar decisiones que incluso pueden violar los derechos humanos pero da igual porque allí no caben las protestas ciudadanas. Aparte de que China no dio la información oportuna sobre el virus cuando tenía que haberlo hecho. Esto incluso ha provocado tensiones, sobre todo cuando el aún presidente norteamericano hablaba del «virus chino».

Era llamativo escuchar el viernes como tras conocer las nuevas restricciones tomadas por el Gobierno de Aragón para hacer frente a esta cuarta ola de la pandemia, una gran mayoría de ciudadanos encuestados por los medios de comunicación veían lógica la dureza de las nuevas normas y coincidían con las propias autoridades sanitarias al afirmar que si no se hubiera dejado vía libre para celebrar la Navidad (aunque fuera a tamaño reducido), no hubiera habido los picos de estos días. Difícil entender esta comprensión porque si se era consciente, todos, de que la intensa transmisión comunitaria del virus tendría lugar por salvar las fechas navideñas, ni los gestores tendrían que haber cedido y no suavizar las medidas (y eso que en Aragón se abrieron menos que en otras comunidades españolas) ni los ciudadanos tendrían que haberse disparado con sus relaciones sociales tanto como parece ser que se hizo. Ahí está nuestro fracaso como sociedad y como políticos. Y entre estos últimos, mayor responsabilidad por la crispación que surge a diario entre muchos de ellos (quizás en Aragón es donde menos, dado el buen clima de consenso reinante).

Entre todos debemos de ser conscientes de que hay que salir de esta perplejidad. El virus va por libre y solo la ciencia lo ha captado con esas vacunas descubiertas en tiempo récord y parece ser que con una efectividad elevadísima por lo que ya que los científicos han hecho su trabajo más que bien, hay que pedir a los políticos y a la sociedad que intenten gestionar este tiempo que nos falta hasta ser inmunes. Después, cuando todo esto acabe, habrá tiempo de que todos los gestores den explicaciones y la sociedad sea consciente de lo que no hay que repetir.