Hemos construido una sociedad que nos proporciona una gran diversidad de servicios que hacen que nuestra vida pueda disfrutar de unas posibilidades que eran impensables hace menos de cien años. Pero todo aquello de lo que disfrutamos necesita de sistemas tecnológicos complejos en los que por un lado se pueden introducir agentes que quieren aprovecharse para sus intereses mientras que, por otra parte, el mantenimiento de las estructuras tecnológicas necesita de la complicidad de toda la sociedad. Todo ello hace que, cuando se dan circunstancias adversas, nuestros servicios sufran y aparezca nítidamente la vulnerabilidad en la que vivimos.

Hace cien años la mayoría de las casas no tenían agua corriente, ni gas ni electricidad, que apenas empezaban a aparecer. En la actualidad, el agua corriente se ha convertido en un elemento esencial para nuestra higiene y, con un buen sistema de cloacas, también para la evacuación de nuestros residuos. Con gas cocinamos y calentamos nuestras casas y la electricidad es necesaria para una multitud de máquinas y dispositivos que tenemos por todas partes. Disponer de energía en casa se ha convertido en vital y consideramos que el acceso a la energía es un derecho para todos los ciudadanos.

Aún hace menos años que dependemos de un sistema complejo de comunicaciones por ondas y por cables. A través de ellos nos comunicamos entre nosotros con una capacidad de transmisión de datos que ha aumentado de forma exponencial. Esta red la utilizamos también para gestionar una cantidad importante de procesos que van desde los financieros y comerciales a los médicos o administrativos. Un buen acceso a internet se ha convertido en una necesidad y hablamos también de un derecho de acceso a la red para todos los ciudadanos.

El acceso a los servicios que ahora consideramos esenciales se basa en redes complejas que deben funcionar correctamente. La energía es necesario producirla normalmente lejos de los lugares donde se consume para con posterioridad transportarla. Si debido a algún accidente se colapsa la red eléctrica también lo hacen nuestras ciudades e industrias. Cuando hay un conflicto armado, la distribución de los servicios esenciales se interrumpe y la calidad de la vida y la salud de las poblaciones se resiente. Podríamos añadir que para mantener todo el sistema se necesitan materiales que hay que ir a buscar a menudo a lugares muy lejanos, como el cobre para los cables o minerales escasos para construir nuestros teléfonos portátiles.

Las redes en las que basamos nuestras comunicaciones son atacadas de manera sistemática. La figura del hacker incluso se ha institucionalizado y es un factor que debemos tener en cuenta en las transacciones y las comunicaciones que hacemos por la red. Los estados se están entrometiendo en todo esto y pueden estar interfiriendo en nuestra intimidad e incluso en los sistemas electorales de los países.

Para contrarrestar estas amenazas, la respuesta suele ser incrementar la seguridad. Se pueden multiplicar las redes de distribución de energía y en las redes de comunicación una de las primeras prioridades es la de desarrollar sistemas de seguridad. En los Países Bajos se plantean volver a recontar a mano los votos en las próximas elecciones para evitar manipulaciones que se pueden producir a través de la red. Debemos concluir que no podemos confiar del todo en los sistemas que hemos construido.

Las sociedades en que vivimos se basan en unos servicios que deberían dar mayores facilidades a nuestra vida, pero es necesario mucho esfuerzo para mantenerlos. Existen amenazas de diferentes orígenes, algunas son debidas a los elementos atmosféricos o geológicos, pero la mayoría vienen de conflictos que se plantean entre varios grupos o de intereses particulares. Algunos servicios tienen impacto sobre el entorno o sobre alguna comunidad determinada que quieren limitar sus efectos. Otras veces es nuestra seguridad individual la que está en cuestión y tenemos que decidir cuál es el precio que queremos pagar por tener las ventajas de estar integrados en la red. Es necesario sobre todo ser bien conscientes de los aspectos más vulnerables de los servicios sobre los que basamos nuestra actividad porque a veces incluso nuestras vidas penden de un hilo. H Investigador