En 1525, Juan Luis Vives publicó un libro titulado Del socorro de los pobres o de las necesidades humanas y lo dedicó a los burgomaestres y al Senado de la Ciudad de Brujas. Entre sus muchas propuestas, la principal era advertir a los poderes públicos sobre su responsabilidad respecto a lo que les pasa a los pobres. La ciudad tenía una responsabilidad en esta materia y era su función planificar, dirigir y controlar las acciones encaminadas a acabar con las situaciones de pobreza. La obra del valenciano supone un antes y un después en la Historia de la Acción Social y aun enmarcándola en aquel momento contiene elementos valiosos para el debate de hoy mismo. Todavía hay políticos empeñados en diluir y aminorar los sistemas públicos construidos en las últimas décadas para desarrollar las políticas sociales y concretar la solidaridad. Desde el thatcherismo empeñado en un individualismo radical llegando a negar la sociedad tal y como la definió Tocqueville a aquellos otros que desde el liberalismo quieren reducir al Estado a lo imprescindible volviendo seguramente a la caridad como única manera de enfrentar los problemas sociales. Por supuesto que una sociedad civil organizada incluso frente al poder estatal, como señalara Habermas, es prueba de una democracia madura. Pero a estas alturas de desarrollo del Estado social no es admisible desviar las responsabilidades públicas a las entidades privadas y además introduciendo sesgos ideológicos según convenga. Lo que ha pasado con los servicios sociales municipales en Zaragoza durante esta crisis es muy significativo y revelador de los intereses de la derecha. El recientemente presentado Informe de menores por el Justicia de Aragón presenta retos muy importantes. ¿Dejamos invernados a los servicios sociales públicos y privatizamos las ayudas, eso sí, repartiendo dinero público?

*Profesor de la universidad