Debo pertenecer al escaso grupo de españoles a los que les sorprendió el resultado de las elecciones. La mayoría de las personas parece ser que ya lo sabía de antemano, y lo único que ignoraban era la ventaja que el PSOE sacaría al PP. Asimismo, como suele suceder en España, han aparecido personas que se encontraban en medio de un cortés mutismo, y que ahora acuden en socorro del vencedor, y la manera de socorrer que tienen es manifestar lo agobiados que han vivido hasta ahora, y su esperanza de que, por fin, puedan componer música, dirigir películas, escribir novelas y publicarlas, pintar cuadros o representar obras de teatro, sin ser perseguidos por los supuestos y terribles censores del PP.

Parece ser que, a partir de abril, y gracias al cambio de gobierno, los literatos van a escribir textos grandiosos, los dramaturgos llevarán a escena lo que su genio vigilado les impedía escribir, y el mediocre cine español, salvo excepciones reconfortantes, va a conocer un esplendor sin precedentes. No quiero referirme a la creación plástica o a la música que espero que llegue a cotas incomparables.

Es probable que Aznar se haya sorprendido de que algún visitante de la Moncloa se haya transformado en un liberado lleno de ilusiones, por la nueva era que se acerca. Y Zapatero, que debe ser tan despierto como aparenta, puede tomar nota para el futuro, porque las historias tienen una irresistible tendencia a repetirse. Algunos somos escépticos y partimos de la opinión --puede que caduca-- de que la creatividad individual no depende de los decretos de los boletines oficiales del Estado. Desde allí es posible propiciar o estimular talantes hacia el mundo creativo, pero no se compone una sinfonía a golpe de decreto, ni se escriben poemas con ordenanzas. Si fuera así, parece que se acerca un nuevo siglo de oro. Y me gustaría que fuera verdad, y no apreciaciones interesadas de los tradicionales socorristas del vencedor.

*Escritor y periodista