Aunque la mantuvieran esposada por prescripción médica, la muerte de una joven presa, atada a su cama en la cárcel de Zuera, produce un cierto quebranto. Sobre todo porque indica que murió sin asistencia, que nadie supo apreciar la gravedad de su estado. Esta muerte, al mismo tiempo, obliga a hacer muchas preguntas, porque si su situación psiquiátrica era la que el informe dice que era no se explica cómo no estaba en un hospital atendida por profesionales más cualificados. La muerte de esta muchacha ha servido para descubrir las carencias médicas de un centro que tiene una gran estructura pero pocos medios humanos.