Suponga que es usted un autónomo con un pequeño negocio que necesita cierta renovación y cabeza de familia numerosa, y decide que el año próximo va a aumentar todas las partidas de gasto del presupuesto familiar relacionadas con la educación y formación de las más jóvenes, la calidad de vida de los mayores, el gasto de los que estando en edad de emanciparse quieren comprar piso y las inversiones necesarias para mejorar la productividad de su negocio. Y suponga que desea hacer todo esto sin reducir ninguna de las otras partidas de gasto, como ocio y vacaciones.

Pero su deseo no acaba aquí. Su objetivo es también hacer todo esto sin incurrir en déficit, ni endeudarse; ni, por otro lado, tener que pedirle a los miembros de la familia que trabajan que aumenten la parte de sus ingresos que aportan. ¿Cómo estaría pensando en hacerlo? ¿Qué tendría que ocurrir para lograrlo?

POSIBLEMENTE confía en que el año próximo la economía del país irá muy bien y que todos los miembros de la familia mantendrán su empleo; y no sólo eso, sino que ese empleo será menos precario y los salarios más elevados, de tal forma que la cantidad que aportarán el año que viene al presupuesto familiar aumentará sin necesidad de que se incremente su proporción en relación con sus ingresos; es decir, la presión fiscal familiar que soportan. Además, esperará también que ciertos productos que ahora están caros, el año próximo moderarán sus precios, y eso le permitirá financiar el aumento de los gastos.

Es verdad que sin optimismo no se puede construir nada, y menos el futuro. y esto es lo que deben haber pensado el presidente Rodríguez Zapatero y su ministro de Economía, Pedro Solbes, al elaborar los primeros presupuestos de su Gobierno. Prácticamente todas las partidas de gasto del Estado para el 2005 aumentan, especialmente las de educación e investigación, con el gasto social y con la productividad. Pero, además, esperan que este aumento se logre sin generar déficit. Por otro lado, no se plantean aumentar los impuestos sobre la renta ni sobre el beneficio de las empresas.

¿Cómo esperan, entonces, Zapatero y Solbes financiar esos aumentos de gasto? Cuentan con que la economía nacional e internacional mejorará. Las previsiones del ministro son que en el 2005 el petróleo se moverá en el entorno de 33 dólares; el consumo privado se mantendrá fuerte, la exportación y el turismo mejorarán su aportación al crecimiento, la inflación se reducirá, los tipos de interés se mantendrán bajos, el empleo aumentará y las altas a la Seguridad Social continuarán incrementándose.

Con estas previsiones, la economía española crecerá al 3%, por encima del 2004. Y en este escenario de bonanza económica, los ingresos fiscales por renta y beneficios empresariales aumentarán automáticamente, sin que haya que pedirle a los contribuyentes un mayor esfuerzo fiscal. El resultado final será un gasto público mayor manteniendo, por otro lado, el equilibrio presupuestario.

NO CONOZCO los datos internos que maneja el ministro para poder decir si estamos ante un presupuesto realista o uno de ciencia-ficción, pero comparando sus previsiones económicas con las que hacen la mayoría de los servicios de estudios, las del Gobierno tiran al alza.

Todo sugiere que Solbes se ha vuelto optimista. Y esto es una buena noticia para la economía, porque si de algo no ha pecado a lo largo de su vida política es de haber sido la alegría de la huerta. Pero quizá ocurra también que no quiere que le vuelva a pasar ahora lo que ocurrió en 1996, cuando José María Aznar les ganó las elecciones a los socialistas. Solbes había sido nombrado ministro de Economía en 1993, en el último Gobierno de Felipe González, después de los fastos del 92 y cuando la economía había entrado en una fase de recesión. Su objetivo fue controlar el gasto y sanear las finanzas públicas. Y lo hizo con mano férrea y eficaz. Pero al preparar los presupuestos de 1996 siguió manteniendo el discurso pesimista y el control rígido del gasto, cuando la economía comenzaba a levantar la cabeza y se podía permitir ciertos desahogos. Aznar fue más espabilado, y le robó a Solbes el resultado de su esfuerzo con aquel lema de España va bien. Ahora Solbes y Zapatero vienen a decir que España puede ir mejor. Cierto.

Pero, por si acaso, se ha guardado un as en la manga. Ha aprobado una subida de los impuestos sobre el alcohol y el tabaco, así como las tasas por la utilización de los servicios públicos. Esto me recuerda una práctica hacendística española del XIX y el XX consistente en que cuando los políticos no eran capaces de llevar a cabo una reforma fiscal optaban por subir los impuestos sobre los productos de "arder, beber y comer", olvidando que repercuten sobre las clases populares.

Solbes no irá sólo por este camino, y el año próximo nos ofrecerá una reforma fiscal que además de ser suficiente para cubrir los mayores gastos, sea más equitativa en el reparto de las cargas fiscales de lo que lo es ahora. En este terreno, también es válido lo de "no nos falles Zapatero". *Catedrático de Política Económica.