Llama la atención de compañeros y amigos empresarios, la invitación que desde muchos foros se hace animando al emprendimiento empresarial. Especialmente cuando los que invitan no son emprendedores, generalmente políticos o funcionarios. En raras ocasiones son empresarios los que invitan a dar ese paso, tal vez porque son conocedores y padecen las dificultades que entraña en nuestra sociedad dar ese paso.

¿Qué comporta ser emprendedor en España? Inicialmente dos calificativos procedentes de la rancia envidia patria. Si se obtiene éxito, este se vincula a un origen ilícito o cuando menos de dudosa procedencia. Su cruz es que si se fracasa, la envidia invita a la alegría y hacer leña del árbol caído. El éxito y el fracaso siempre van de la mano. Nunca se llega al éxito, si antes no se ha fracasado. Fracasar es meritorio, se ha intentado. Pero eso no es asumible en una sociedad que no valora el esfuerzo, y lo que todavía es más grave no educa en el esfuerzo. No está bien visto.

Somos el único reducto cultural donde al empresario debe estar permanentemente demostrando honestidad, espíritu de trabajo y sacrificio, dignidad, solidaridad, empatía con la sociedad,y cumplimentando formularios interminables para las múltiples administraciones públicas. La mayor parte de su tiempo lo invierte en asuntos que nada tienen que ver con la finalidad de su negocio, y sobre todo en cumplir los preceptos de un Estado que ha desarrollado una administración cuyo fin es la propia administración/estado, no el servicio público y el beneficio a la sociedad. Seguramente ahí se encuentra el origen de la de crisis del estado de bienestar social.

Envidio a los ciudadanos asiáticos que están estableciendo sus negocios en nuestro país, apoyados por su comunidad y familia. Cuando cierran por falta de viabilidad un proyecto, su entorno les apoya en una nueva iniciativa, obteniendo de la experiencia una lección con la conclusión de lo que no se debe hacer o de aquello que se ha hecho mal. Nuestro entorno patrio, la mejor frase que dedica en el entorno personal a un emprendedor que no ha tenido éxito,se encamina a reprochar que no se escogiera en su momento ser funcionario. Estatus que parece ser remedio de todos los males, situación tan bien descrita en las novelas de Larra y que nos lleva a seguir anclados en un triste espíritu decimonónico. En nuestra querida España una madre se enorgullece públicamente de tener un hijo con una oposición aprobada aunque sea con todos mis respetos de conserje, y calla si es un empresario de éxito (por si vienen mal dadas en el futuro).

Estos despropósitos patrios hacen difícil superar nuestra coyuntura actual. Un reflejo de esta realidad lo encontré compartiendo mantel con un buen amigo empresario. Habiendo culminado su brillante carrera empresarial con éxito, me decía abiertamente en el inicio de su jubilación: ¿Cómo puedo decir a los jóvenes que sigan este camino, cuando uno llega a la jubilación y en muchos casos no ha conseguido la licencia de apertura de su negocio sin saber por qué?

Pero a pesar de todo, a mis alumnos el próximo lunes, en el aula,les seguiré invitando a emprender su camino en la actividad que más les guste. Porque en ella, tarde o temprano triunfarán y la realizaran con brillantez. Si ese camino es el empresarial, adelante. Porque uno hace bien aquello que le gusta y satisface. Las satisfacciones del emprendedor, aunque pocas, compensan. Nos alientan para esos momentos de ánimo bajo, y nos ayudan a mirar el horizonte con esperanza. El empresario, es el heredero hoy del artesano.De aquel que trabajaba moldeándolos sueños con sus manos y su intelecto. No es moda lo que debe empujar a líderes políticos y sindicales a fomentar el emprendimiento. Es la necesidad de buscar una sociedad más justa, solidaria y habitable. Algo solo posible con la riqueza que genera la actividad empresarial: el empleo. Su desarrollo en una sociedad aporta paz y prosperidad.

Profesor Asociado. Departamento de Dirección y Organización de Empresas. Facultad Economía y Empresa. Universidad de Zaragoza.