Solo y borracho, yo he llegado a casa en más de una ocasión. Qué le voy a hacer. He sido joven y humano. Pero nadie me molestó en ese trance. Solos y borrachos han desfilado y desfilan por las calles muchos hombres cuando se retiran en la madrugada de un domingo. Pero en la inmensa mayoría de los casos, nadie se mete con ellos. Solas y borrachas han regresado y regresan a sus hogares muchas mujeres. Y en estos casos sí se han tropezado a menudo con alimañas nocturnas que llegaron a destrozar sus vidas. A veces de un modo literal.

No hace falta tener muchas luces para entender el significado de «Sola y borracha, quiero llegar a casa» un tuit publicado en la cuenta oficial del Ministerio de Igualdad que ha despertado una grotesca polémica. Cualquiera con dos dedos de frente comprende qué quiere decir: «Aunque vuelva a mi casa sin compañía y con algunas copas de más, dejadme en paz».

Ocurre que muchos miran el dedo y no el cielo que señala. Así que algunos políticos, periodistas y unos cuantos expertos en curdas y tajadas interpretan que el grito feminista venía a decir: «Quiero volver a casa sola y borracha». Y no, no es lo mismo. Ni el ministerio de Irene Montero pretende hacer apología del alcoholismo ni la lucha feminista consiste en pillarse un pedo descomunal. A juzgar por sus reacciones, algunas y algunos hubieran preferido un lema de este estilo: «Salid de noche, pero volved pronto a casa; bebed licor de zarzamora y con mesura; no provoquéis a los hombres y, sobre todo, regresad juntas en taxi». Pero eso no es la vida real, sino una comedia de Doris Day. Pillar una cogorza no implica jamás el permiso para ser violada o apaleada. Ese es el mensaje. No es tan difícil.

*Editor y escritor