Hace unos días el hijo del primer alcalde constitucional de Zaragoza, Ramón Sainz de Varanda, hacia una reivindicación pública de su figura, a través de Facebook. Para sorpresa de muchos, incluso tal vez del propio Fernando Sainz de Varanda, este recordatorio lanzado en las redes ha tenido un amplísimo eco, y un apoyo tan variopinto como cariñoso. El legado del primer alcalde socialista de la transición, por lo que vemos, sigue vivo en la memoria de muchos zaragozanos, que le recuerdan como el constructor de la Zaragoza moderna, convirtiendo el ayuntamiento en pieza esencial del Estado del Bienestar.

Muchos se preguntarán: ¿y que necesidad tenía el hijo de Sainz de Varanda de reclamar respeto por la figura de su padre, 31 años después de su muerte?. La respuesta es sencilla y a la vez compleja. Todo viene a cuenta de una campaña callejera emprendida por algunos sectores de la izquierda radical zaragozana, en la que siguiendo esa treta de reflejar el mundo con el esquema de buenos y malos, colocaban a Ramón Sainz de Varanda como colaborador de la oligarquía local. Dicho de otro modo, como un alcalde socialista al servicio exclusivo de los poderosos, olvidándose del pueblo y de su condición socialista.

No es mi intención repasar aquí los muchos logros y avances de la etapa de Ramón Sainz de Varanda como alcalde, porque su gestión se defiende sola. Para quien quiera refrescar la memoria, les recomiendo consultar el documentado artículo que Nicolás Espada, subdirector de este medio, publicó en enero de 2016, a propósito de los 30 años de su fallecimiento. O les invito a releer en Facebook los más de 500 comentarios al texto de su hijo Fernando, que fue ampliamente compartido. Sí me interesa situar este caso, vamos a llamarle así, para comentar la situación actual. Porque todo está conectado.

Asistimos a una etapa de gran fragmentación política, en medio de una complejidad política que no está haciendo fácil la vida municipal zaragozana, la nacional y la mundial. Somos una de las ciudades del cambio (risa me da recordarlo, en el día a día del ayuntamiento) y asistimos a nuevas formas de gobierno, dicen el alcalde y sus concejales. Todo desde el pueblo y para el pueblo -proclaman- como si no hubiera pasado, como si ellos se hubieran encontrado el ayuntamiento que se encontró Ramón Sainz de Varanda a la salida de la dictadura. Haciendo caso omiso de la realidad, y más todavía de la verdad, dividen el mundo zaragozano, con rotundo maniqueísmo, en antes y después de ZeC.

Desde esta lógica simplificadora pero efectista, antes de ZeC todo fueron tinieblas, decretos y fracasos. Ahora todo es transparencia, consultas y éxitos. Para hacerlo más creíble, pues la realidad se pone a menudo tozuda, hay que buscar pilares argumentales que sostengan la pieza teatral. Una, la más vieja y recurrente, es buscar culpables fuera, a los que endosar los errores propios y sobre los que expiar las contradicciones internas. Obviando, claro, la minoría numérica del equipo de gobierno y las divisiones internas de una coalición improvisada.

Así, el equipo de Santisteve no puede gobernar como se esperaba porque no le dejan los demás, sobre todo los socialistas. Más aún: porque hay unos sectores poderosos que manejan los hilos del ayuntamiento y la voluntad de los concejales, entre ellos los socialistas, ya desde tiempos de Sainz de Varanda. Nadie en el gobierno municipal se plantea si el análisis que hacen de la ciudad es el correcto (recuerden la emergencia social, que están atendiendo básicamente con los mismos equipos y presupuestos que nosotros). Nadie se pregunta si las propuestas a los problemas son las adecuadas. Tampoco parece preocupar algo tan trascendental como definir qué modelo de ciudad se quiere. O más crucial aún: dónde vamos.

En el debate del estado de la Ciudad le trasladé al alcalde la preocupación por la paralización de la ciudad y el riesgo de perder cuatro años. Planteé la necesidad de reforzar las políticas de empleo y el apoyo a la economía local, pues mal podemos repartir la riqueza que no se produce. Planteé también mi preocupación por el futuro de la izquierda en Zaragoza, en el convencimiento de que nuestros desencuentros son oxígeno para otros, y ésa es responsabilidad de quien tiene la vara de alcalde. A esto podríamos añadir otros elementos para el pesimismo, entre ellos el miedo de los concejales de ZeC a tomar decisiones, ocultado en ocasiones con consultas populares. Y es que, llegados a este punto, deberíamos exigirle a alguno de ellos que dibuje claro sus propios límites: sistema o antisistema. Difícil luchar contra el sistema formando parte de él. Complicado jugar a la crítica rebelde y al enfado cuanto eres el inquilino de los despachos del poder. Son contradicciones que tienen que gestionar para no acabar en ocurrencias.

A estas alturas alguien se preguntará, ¿y por qué seguís apoyándoles? La respuesta es compleja pero nítida: porque creemos en una oposición útil, porque ser del PSOE es sinónimo de ser responsables, y porque nos sentimos garantes de políticas progresistas y de la igualdad social. Lejos de nosotros la tentación de jugar con los intereses de todos los zaragozanos, que nos piden diálogo, presupuestos y acuerdos. Nuestra posición como grupo no es cómoda, tampoco está siendo un camino de rosas nuestra relación personal con las gentes de ZeC. Pese a todo, queremos ser responsables.

Apelamos a nuestro sentido de la responsabilidad siendo conscientes de que hoy este valor no cotiza en política. Renta más la crítica despiadada, la lucha contra enemigos invisibles, las promesas sin recursos, los sueños alejados de la razón, la dialéctica buenos y malos. Esperamos que el tiempo ponga todo en su sitio, sin renunciar a los principios que nos han permitido hacer de Zaragoza una gran ciudad, siguiendo el camino de ese gran alcalde que fue Ramón Sainz de Varanda, cuyo legado, mal que les pese a algunos, brilla con luz propia. Muy oportuna, Fernando, tu reivindicación.

*Portavoz PSOE-Zaragoza