Tuve ocasión de hablar con José Luis Cuerda y decirle lo mucho que me gusta su cine en noviembre del 2013, cuando vino al Paraninfo de la Universidad de Zaragoza, dentro del ciclo 'La buena estrella', con motivo de la publicación del libro sobre 'Amanece, que no es poco' en la editorial Pepitas de calabaza. Guardo como un tesoro el ejemplar firmado y dedicado, con dibujico y todo (curiosamente, Cuerda tiene mala letra, como yo, y escribe la dedicatoria con mayúsculas para que así se le entienda algo, y garabatea un pequeño dibujo, aunque Dios no le haya llamado por ese camino, pero la intención es lo que cuenta, y dibujar mola).

Ahora que el genio albaceteño nos ha dejado a los 72 años, para desconsuelo de tantos amanecistas y amantes del buen cine y del humor absurdo, vuelvo a releer sus páginas y vuelvo a ver, cómo no, su mítica película.

Toda su filmografía es gloria bendita, pero Amanece, que no es poco es un hito. Una película de culto (en todos los sentidos), y posiblemente una de las mejores cintas del cine español. Todavía recuerdo salir alucinando del cine cuando se estrenó en el año 1989. Ya entonces era fan de Cuerda, que no era un recién llegado precisamente; ya había flipado en la tele con Total, ya había disfrutado enormemente con El bosque animado, pero aquello que acababa de contemplar, aquello era increíble.

Qué maravilloso retablo de personajes. Qué fantásticos diálogos, para enmarcar y grabar a fuego, como el tiempo se ha encargado en materializar: «Y ahora, para rematar, me dicen estos amigos que ha escrito usted Luz de agosto, la novela de Faulkner. De William Faulkner. Y, ¿no podía usted haber plagiado a otro? ¿Es que no sabe que en este pueblo es verdadera devoción lo que hay por Faulkner?».

*Escritor y cuentacuentos