Con frecuencia para justificar, trasnochadas teorías, los pro abortistas utilizan descalificaciones y larvados insultos, para desprestigiar a sus oponentes, considerándolos, como ultracatólicos, antiprogresistas y retrógrados. Otros, para justificar esta práctica, esgrimen como argumento más importante, que la mujer dueña de su cuerpo, tiene el derecho a decidir qué hacer con él. Argumento de frágil consistencia, pues en tal caso, podría cualquier ser humano ir a un médico y pedirle, que le cortara un brazo o le sacara un ojo ya que con su cuerpo hace lo que le da la gana. En este punto hemos de indicar que el no nacido no forma parte del cuerpo de la embarazada, está alojado transitoriamente en él.

Sabemos también, que corremos el riesgo de ser calificados de retrógrados y antiprogresistas. Riesgos que asumimos ya que esta sociedad parademocratica que hemos creado, entre todos, los ha convertidos en cotidiana norma. Queremos hacer una salvedad, nuestras razones no son ni mucho menos de tipo religioso. Nuestras convicciones erradas o no, se apoyan en razones con dos fundamentos: uno biológico-filosófico (de sentido común) y otro sociológico.

Las razones fundamentadas en lo biológico-filosófico, se basan en la siguiente premisa: cada uno de nosotros es un individuo, término que indica que somos indivisibles. Cada uno es la fracción unitaria más pequeña de nuestra especie y con los mismos derechos que el resto de nuestros semejantes. Sin embargo, cada uno es diferente al resto de nuestros congéneres. La genética moderna ha permitido hacer esta afirmación de forma categórica. Nuestro código genético no lo adquirimos cuando nuestra madre nos pare ni un poco antes. Se forma, justamente cuando un espermatozoide de hombre se une al óvulo de una mujer y lo fecunda. En consecuencia, creemos que cada uno es, esencialmente, su código genético que lo individualiza y lo distingue del resto de nuestros semejantes.

Entonces, si nuestro yo y nuestra individualidad está basada en nuestro código genético que es único e irrepetible, nuestra trayectoria vital comienza cuando lo adquirimos, es decir cuando fuimos concebidos. Huimos --entre otras cosas porque no nos parecen prácticos como argumentos-- de los términos dramáticos con los que algunos antiabortistas lo tachan de asesinato u homicidio. Lo mismo que nos parece superfluo que los proabortistas para argüir lo contrario digan que el embrión o el feto hasta determinada edad (¿cuándo?) no es una persona.

Ambas cosas son convencionalismos y por lo tanto discutibles. Lo que creemos firmemente es que nuestra trayectoria vital comienza cuando tenemos código genético y por lo tanto también empieza nuestra personalidad. Importante, para nosotros, es que si se nos "suprime", sea cuando fuere, se acaba con nuestro proyecto y trayectoria vital. Las divisiones que se hacen de embrión, feto, recién nacido, niño, adolescente y adulto, pueden ser prácticas pero artificiosas, porque el desarrollo de los seres es un continuum. Nadie siendo niño, al día siguiente se levanta siendo adolescente, al igual que tampoco de un día para otro un adolescente pasa a ser un adulto. Las fechas legales que definen un cambio de estatus en las personas son convencionales y la prueba es que en las leyes las cambian periódicamente. Lo dicho hasta ahora sobre nosotros puede extenderse al resto de nuestros semejantes, desde que son concebidos hasta que mueren.

Por otra parte es de sentido común defender aquello de: "no le hagas a los otros lo que no quieres que te hagan a ti". Principio universal que viene ya en El Libro del Tao de Confucio y en el Código de Hammurabi. Por lo tanto si no me gusta que mi madre hubiera tomado la decisión de "abortarme", tampoco me parece correcto que se tome la decisión de abortar. Huimos intencionadamente de decir niño, persona, hombre o mujer.

De cualquier manera a todas a las que nos parieron, seamos o no partidarios del aborto, debemos estarles agradecidos de que no quisieran acabar con nuestra vida, y decidieran llevar adelante el embarazo, muchas veces superando grandes dificultades. Decisión materna que permite, entre otras cosas, que hoy, puedan los proabortistas manifestarse para que haya mujeres que puedan hacer lo que sus madres no hicieron cuando ellos estaban alojados en sus vientres.

Y Torcuato Labella. Catedráticos Eméritos.