A base de triples, mates y partidos para la historia, como el que valió un triunfo ante el Barça el pasado domingo, un grupo de jugadores de baloncesto lleva ya algunos años haciendo felices a varios miles de aragoneses. Cuestión nada menor, dadas las circunstancias. En esa deprimente estampa que, salvo alguna otra excepción, ofrece ahora el deporte de élite de nuestra comunidad, la familia del CAI Zaragoza se está ganando el corazón de muchos. Y lo consigue sin las estridencias que, por citar el ejemplo más doloroso, resuenan en La Romareda, donde últimamente lo único que se escucha se parece mucho a un réquiem. Así, mientras aguanta la respiración por la agonía de ese símbolo que aún es el Real Zaragoza, la capital aragonesa se ha redescubierto como ciudad de baloncesto. Estampado en las camisetas rojillas, su nombre ha vuelto a pasearse por Europa y al proyecto que comandan hombres de la casa, como Reynaldo Benito o José Luis Abós, se suman más y más adeptos. Entre ellos, los que emergen de los numerosos colegios y centros deportivos que rinden culto al mundo de la canasta, y que nutren a otros clubes como los admirables Mann Filter o Peñas de Huesca. Con todo, tiene el equipo del Príncipe Felipe asignaturas pendientes, como consolidar una cantera propia o, sobre todo, asegurarse un patrocinador. Bases, en fin, para que esta fábrica de ilusiones no vuelva a caer y reviva momentos mágicos como el del domingo. Es deporte, sí. Pero no solo. Así que sonrían, que mañana juega el CAI. Periodista