Hace muchos años, yo trabajaba en una multinacional y le hacía todo el trabajo sucio a un jefe que usaba su despacho y su puesto para llamar a sus amigos por teléfono y concertar citas con sus amantes, amén de para pegarse una comilonas que la empresa le pagaba. Yo era su negra en la sombra, pero nadie me lo reconocía porque era mujer y joven. Pero yo esperaba, como el burro que persigue la zanahoria al final del palo, pensando que con el tiempo mi esfuerzo en mi trabajo se reconocería. Cuál no sería mi sorpresa cuando de pronto apareció un chico con la mitad de experiencia y titulación académica que yo, y que además ni siquiera hablaba inglés. Pero, oh, era HOMBRE. El advenedizo hacía muy poco, pero era trepa como él solo, y era HOMBRE. Y supe que se estaban planteando promocionarle.

EL PP representa los valores rancios que imperan en el mundo laboral español. Los valores de los empresarios que no quieren la conciliación o que no contratan a mujeres en edad fértil. Que ponen horarios de 9 a 2 y de 4 a 7 porque ellos quieren su comida con dos platos y café y ya tienen una señora que no trabaja esperándolos en casa y cuidando de sus niños.

El PP se ha pegado un tiro en el pie por escoger a un perfecto indocumentado al que le regalaron la carrera y el máster por haberse casado con la hija de un millonario, a un zángano acicalado que no había trabajado en la vida, frente a una señora abogada del Estado. Que os caerá mejor o peor, pero estaba preparada. Me alegro mucho de que el PP lo haya pagado caro.

La línea ideológica de Soraya Sáenz de Santamaría está en las antípodas de mi pensamiento político. No sé si Soraya es una mujer extraordinaria, pero lo que sé es que, a mí y a muchas otras, su historia me representa. H *Escritora