Desde que la estación de Canfranc perdió su uso ferroviario por el cierre de la línea internacional que unía España y Francia, el deterioro de esta joya de la arquitectura española ha sido constante. 34 años han pasado desde entonces, y la amenaza de daños estructurales muy graves es ya tan patente que ha llegado el momento de intervenir, no sólo para recuperar el edificio, sino para evitar su ruina. Existe un plan de consolidación de la estación y de ordenación de toda la superficie ferroviaria realizados por dos arquitectos de presitigio, pero permanece bloqueada tanto la financiación como el acuerdo entre las tres partes implicadas en el proyecto: Renfe, Gobierno de Aragón y Ayuntamiento de Canfranc. El principal escollo que hay que salvar es la falta de respuesta de Renfe, ya que no ha definido los usos ferroviarios que se reservaría, por lo que urge desbloquear este asunto y que el presidente aragonés, Marcelino Iglesias, presione al Ministerio de Fomento para que disponga de partidas presupuestarias necesarias para la reforma. Si otras comunidades tuvieran un espacio tan impresionante como éste, la presión social y política sería mucho mayor. Perder más tiempo con una intervención tan necesaria es, sencillamente, imperdonable.