La denuncia de las misioneras españolas sobre una presunta red de tráfico de órganos infantiles en Mozambique, además de espeluznante, es un ejemplo de la labor humanitaria que muchos miles de hombres y mujeres, al margen de sus creencias religiosas, desarrollan en zonas del mundo abandonadas a su suerte. El valor de estas monjas, cuya vida corre grave peligro, precisa de un urgente respaldo institucional en Aragón y en España, desde donde se debe promover una iniciativa internacional para investigar qué ocurre en ese país africano, donde puede haber una terrible vulneración de los más elementales derechos humanos.