La carrera hacia la Expo ha entrado ya en su fase final. El todo o nada de París tiene Zaragoza en un puño, en un vilo. Si ganamos, tocamos el cielo. Si perdemos... habrá que tomarlo con filosofía, como una digna derrota, acaso injusta...

Al alcalde Belloch se le percibe relativamente tranquilo. Señal de que tiene la conciencia en paz y de que, por su parte, y pase lo que pase, no habrá quedado. Su dedicación al proyecto, así como las múltiples gestiones realizadas por el equipo que coordina Jerónimo Blasco, nos han llevado a disputar una apretada final contra Trieste, pues parece que por Salónica nadie da un euro. Estamos ahí, a las puertas del éxito, con un pie metido en el quicio, y sin desquiciarnos.

Además, hay buenas nuevas. A pesar de que Mariano Rajoy ha desdeñado el cónclave, alegando que por allí no se presentó "ni el tato", la noticia de que once jefes de Estado, reunidos estos días en Costa Rica, en el contexto de la reciente Cumbre Iberoamericana, han firmado un documento de apoyo a la candidatura zaragozana ha caído como maná sobre la Plaza del Pilar. Los máximos representantes de México, de la propia Costa Rica, Nicaragua, El Salvador, Venezuela, Colombia, Perú, Argentina, Uruguay, Brasil y Cuba han decidido apoyar públicamente, mediante un compromiso signado, el lema dedicado al agua y al desarrollo sostenible. Belloch, mientras cuenta los votos, permanece en contacto con la presidencia del Gobierno español, a fin de reanudar los contactos con aquellos países cuyo voto parece dudoso. En este sentido, y a fin de echar una mano, José Luis Rodríguez Zapatero podría estar descolgando el teléfono para galvanizar alianzas de última hora. Sería una manera de intentar nivelar los agasajos, lujos y aviones privados de Berlusconi.

En esta lucha de seducciones, el Ayuntamiento de Zaragoza ha obtenido ya una importante victoria. La recaudación de patrocinios para la Expo ha superado con mucho la de cualquier otro evento histórico. Ni el pabellón aragonés para la Expo de Sevilla, ni la candidatura olímpica de Jaca, ni acontecimiento cultural o empresarial alguno habían logrado reunir un fondo de más tres millones de euros en concepto de ayudas procedentes de empresas privadas. En este terreno, Belloch se ha revelado como un político convincente y hábil, capaz de animar a la participación, de despertar esperanzas, de comunicar autoestima y seguridad.

Llama la atención ese dato recaudatorio porque hasta el momento, de justicia es reconocerlo, nuestros empresarios han vuelto sistemáticamente la espalda a cualquier proyecto ambicioso de ciudad, limitándose a contribuir con cantidades simbólicas, o a conjugar excusas de malos pagadores. No pondré ejemplos, para no avergonzar a nadie más de lo que debería sentirse por sí mismo abochornado, pero la comparación con la actitud de las empresas de otras autonomías, vascas, catalanas, andaluzas, francamente clama al cielo.

Ojalá que la Expo suponga un punto de inflexión y que, a partir de ahora, instituciones y empresarios trabajen de la mano para acometer objetivos de futuro.

*Escritor y periodista