La concejalía de Cultura del Ayuntamiento de Zaragoza ha tenido la buena idea de nombrar Pregoneras de las Fiestas del Pilar a siete mujeres representativas de la sociedad aragonesa. La iniciativa es acertada y oportuna. Hay que seguir profundizando en los criterios de igualdad de oportunidades y corrigiendo aquellos desequilibrios laborales y sectoriales que siguen valorando y retribuyendo a las mujeres por debajo de lo que perciben o consiguen profesionalmente los hombres.

Si echamos la vista atrás, en seguida comprenderemos hasta qué punto la equiparación de géneros es un asunto pendiente. En la historia de España, sin ir más lejos, la mujer prácticamente no existe. Ni en las esferas del poder ni en lo que podríamos entender como su influencia social aparece hasta hace poco más que cuatro días. En el siglo XIX pocas sabían leer o escribir, y ninguna, salvo Isabel II, gobernaba (estrictamente, ésta tampoco). Cuando Carmen Laforet ganó el Premio Nadal la noticia no fue tanto que lo hubiera hecho una buena novela, Nada, como que el galardón lo hubiese conquistado una escritora, una mujer.

Las mujeres prefieren las emociones a la razón -escribía Stendhal hacia 1820 en su ensayo titulado El amor--; la causa es muy sencilla: como, en virtud de nuestras estúpidas costumbres, no desempeñan ninguna misión importante en la familia, no tienen que emplear nunca la razón y no hallan ocasión de experimentar su utilidad.

Sin embargo, Stendhal, profundo conocedor de la naturaleza femenina, no en vano firmaría La cartuja de Parma, recomendaba a sus lectores masculinos: Encomendadle a vuestra mujer los negocios con los arrendatarios de vuestras tierras y apuesto a que las cuentas irán mejor que con vos; y entonces, triste déspota, tendréis al menos el derecho de quejaros, ya que no poseéis el talento de haceros amar. En las cosas de detalle, presumen de ser más severas y más exactas que los hombres. La mitad del pequeño comercio está en manos de mujeres que se desempeñan mejor que sus maridos. Es una máxima conocida que cuando se habla de negocios con ellas hay que hacerlo con la mayor seriedad.

Ojalá en los próximos años consiga nuestro país equiparar ambos géneros en todos los niveles, relegando la marginación, las injusticias y prejuicios a un necesario olvido. Aragón podría ser pionero en muchas de esas medidas, como lo ha sido con sus Pregoneras.H