Antes incluso de conocer el veredicto del BIE, los zaragozanos se echaron a la calle para celebrar juntos la victoria. Fueron momentos de mucho nerviosismo en los que los ciudadanos intercambiaron ánimos y afectos. Fue una comunión perfecta que se transformó en alegría desbordada cuando el señor Wu dijo "España". Desde ese momento y hasta altas horas de la noche la plaza del Pilar fue una vez más el salón de la ciudad : allí los "vecinos" y "vecinas" --como dice el alcalde Belloch--, y miles de voluntarios, compartieron vino, cava, cerveza, chocolate, pastas, y muchas y muy buenas vibraciones. La alegría se adueñó de las clases y el comportamiento de la ciudadanía fue ejemplar.