Aún no ha empezado la campaña electoral, pero los asuntos que plantean todas las formaciones políticas llevan esa clave en la mochila. La actualidad diaria planea sobre situaciones, decisiones, declaraciones y actuaciones de cada partido que pretenden ir testando el tempero del campo de juego sobre el que brotarán los votos. Días y días de darle vuelta a los lazos y lacitos, al regreso del papi conciliador, a la recuperación del leguaje hidrológico de siempre cuando los oyentes habitan en el Levante, al nombramiento de candidatos desde las jefaturas tras agitar la coctelera de las propuestas o el luminoso de la semana, las pistolas para todos. No son fuegos artificiales porque llevan carga, pero sus destellos atraen las miradas hacia un horizonte que impide detectar lo que repta entre los pies.

En la última década, los sueldos medios en España han perdido más de un 7% de poder adquisitivo y en Aragón el recorte del poder de compra supera el 10%, según la encuesta de costes laborales publicada por el Instituto Nacional de Estadística. En el sector servicios, que aporta la mayoría de la riqueza, la pérdida acumulada todavía es mayor en un par de puntos. Pero los salarios que ganan los equipos de alta dirección sí le ganan la batalla a la inflación, con incrementos del 8% en el último año, según CCOO, que también deja un dato para el estupor: los primeros ejecutivos perciben de media un sueldo 86 veces superior al de un empleado. Pasito a pasito, año tras año, se pierde salario y crecen las brechas. ¿Podrían meterlo en campaña, porfa?

*Periodista