Herencia cultural compartida. Bienestar y justicia social. Esperanza de igualdad, de libertad, de fraternidad. Proyecto permanentemente abierto, sin fronteras, sin barreras, sin clausuras. Deseos de vivir en libertad, sin opresión, sin explotación. Lugar de encuentros, de diversidad, de cooperación voluntaria, de tolerancia, de respeto, de cooperación, de ayuda al desfavorecido. A lo largo de los últimos años, muchos intelectuales han venido a asociar todas estas ideas, estos conceptos, con una aspiración, con un deseo llamado sueño europeo .

Ese sueño europeo avanza, en demasiadas ocasiones, entre un clima de indiferencia y desentendimiento generalizado. De hecho, el camino hacia el nuevo Tratado Constitucional se presenta largo y tortuoso, no sólo por la reciente crisis de la Comisión Europea que ha ensombrecido la firma de la propia Constitución sino por el propio proceso de ratificación que se va a prolongar durante dos años y que deben formalizar los 25 países de la Unión Europea.

EL EMBRION desde esa Constitución común a 450 millones de ciudadanos firmada en Roma el pasado viernes por 25 jefes de Estado nació en esa misma ciudad hace 47 años cuando, en otra jornada histórica, seis países rubricaron el denominado Tratado de Roma, un pacto económico que ya contenía los sueños de una unión política que entonces era imposible. En este tiempo se han dado importantísimos avances en todos los ámbitos y es obvio que aunque la nueva Constitución no cumpla las ambiciosas expectativas iniciales, analizada desde una perspectiva histórica supone un impulso sustancial, reconocido por todos, sea cual sea su adscripción política.

El gran reto que se plantea a partir de ahora es superar la enorme indiferencia existente entre los ciudadanos europeos para permitir avanzar hacia la unión política de una Europa que afronte la posibilidad de ser la guardiana de los valores cívicos y de solidaridad por encima de intereses individuales. El escepticismo que parece adueñarse de Europa se ha acrecentado tras la renuncia del presidente electo del futuro Ejecutivo comunitario, José Manuel Durao Barroso, a mantener ante el Parlamento Europeo un equipo que no iba a contar con el respaldo mayoritario de la Cámara. La consagración del papel de control del Parlamento europeo viene a ratificar que, a pesar de todo, la Unión Europea y sus instituciones siguen más vivas que nunca. El Parlamento Europeo, la institución que representa a la Unión Europea, ha salido fortalecido con este gesto porque ha ejercido realmente su potestad ante el próximo presidente de la Comisión Europea.

Precisamente, este punto, el papel de los parlamentos ante el nuevo reto europeo, fue uno de los temas debatidos y abordados con amplitud los pasados días 25 y 26 de octubre en Milán en la Conferencia de Presidentes de Asambleas Legislativas de Europa (CARLE). En ese encuentro, al que acudimos la mayoría de los presidentes de los parlamentos europeos, se analizó el papel de las asambleas de de cara a reforzar la coherencia y cooperación entre los diferentes sistemas legislativos. En la Declaración de Milán , denominación del acuerdo aprobado, se incide en la necesidad de que "el derecho de voz y de iniciativa sobre la construcción europea vuelva a los ciudadanos y a las entidades representativas territoriales, regionales y locales".

En ese importante foro defendí la necesidad de que las instituciones --parlamentos regionales, gobiernos autonómicos y ayuntamientos-- se impliquen para contribuir a difundir la idea europea para su conocimiento y profundización por parte de los ciudadanos a través de jornadas de estudio, foros de debate, publicaciones conjuntas, conferencias a escolares, utilización de las nuevas tecnologías o sesiones plenarias monográficas.

ES EVIDENTE que sólo compartiendo la información --para tener criterio y adoptar decisiones libres-- se podrá superar el escepticismo, la indiferencia de unos ciudadanos, de una Europa que mantiene intacta la idea de aquellos que soñaron con ella desde la esperanza de la igualdad, la fraternidad, la libertad, la diversidad, la cooperación y el bienestar social.

*Presidente de las Cortes de Aragón