Le dije que había dormido fatal, que había tenido una horrible pesadilla en la que mi gata enfermaba y teníamos que hacerle la eutanasia. Me dijo que qué afortunada era si la mayor de mis preocupaciones era mi anciana gata. Le contesté que no escogemos lo que nos desvela, que el subconsciente elige. Repuso que claro que elegimos o, mejor dicho, la sociedad decide por nosotros: los pobres sueñan unas cosas, los ricos podemos permitirnos otras. Entonces me acordé de una fantasía que tenía a menudo de cría. Me gustaba imaginar a mi lado una niña igual a mí. Ni más pobre, ni más rica, ni más lista, ni más tonta. Igual. Ya no tenía que cargar con mis limitaciones sola, podíamos repartir el peso entre las dos.Todavía conservo ese anhelo, por eso sé que sentiré angustia y tristeza al leer el informe de la desigualdad de Oxfam Intermón. No concibo que nadie quiera vivir en una sociedad donde hay exclusión. La desigualdad hace peor la vida de todos, también de los que tienen, tenemos mucho. Aunque solo fuera por egoísmo, para poder vivir una vida más tranquila entre compatriotas incluidos y satisfechos, a todos nos conviene que no haya desigualdades en España. En eso consistía el Estado del bienestar. omos cómplices de un sistema económico atroz que supuestamente supera la crisis, pero deja sueldos miserables y cada vez más pobres sin posibilidades de salir del hoyo. Papeletas para que te vaya mal en la vida hay muchas, nadie se libra. Toca exigir leyes para que la igualdad deje de ser una fantasía y se vuelva real.

*Cineasta y escritora