El Papa está tremendo. Echando broncas a diestro y siniestro, qué tipo. Bush ha perdido la pole position , ha roto la caja cambios. Qué hacer. Clinton arrasa con sus confidencias sexuberantes, que si durmió en el sofá, etc. Que vaya a los programas del cuore , que haga la ronda. Salsa Rosa ha dado un giro euclidiano a sus contenidos, en vez de increpar e interrogar, hace homenajes, va a lo positivo, saca a gente que sabe hablar, esto que lo explique Carbonell, es todo muy raro. Qué buen rollo. Toda una vida, homenajes y vidas ilustres. Alonso salió cual tromba en Indianápolis, como en un videojuego, luego se rompió el Renault a la primera de cambio. A Alonso no le afecta el síndrome de la selección híspida. Sáez se ata a la silla, en la mejor tradición habitual, se alía con el cargo, se suelda a la cabina. Es la inspiración del Papa, inmutable como un buda. Clinton se forra más que la misma Lewinsky, contando lo mismo, refritando el episodio desde la Cara B. Esto sí que es optimizar un lance amatorio. Nos hemos quedado sin esos nervios malsanos que produce el penoso reptar de las sucesivas selecciones de fútbol por los eventos globales, nos hemos quedado --demasiado pronto, ay-- sin esa mala leche preventiva que es la Cara B de la remotísima esperanza. Hemos caído demasiado pronto y ahora no sabemos dónde o sobre quién volcar ese estado de angustia masoquista que tradicionalmente nos proporciona la selección que quizá es lo que nos gusta (calles vacías).

La decepción no es sucedáneo suficiente, ni siquiera la ira, porque ese sufrir específico es inimitable. Ya se ve enseguida que la comisión de investigación de los SMS no puede competir con el clímax del desasosiego nacional. Ningún deporte ni actividad en tiempos de paz ha logrado jamás unas cotas de sufrimiento colectivo tan completo como el fútbol, una gama tan amplia de maneras de penar. Se acabaron los ganchitos y las pipas. Hubo gente que se arrancó el pelo, familias súbitamente arrejuntadas inclusive (noticia). Quizá esa adicción a sufrir en vano es una supuración última del franquismo, el prestigio del dolor. Es una suerte que el seleccionador no haya presentado la dimisión, así al menos sigue de chivo expiatorial junto a su elusivo presidente. Nostalgia de Lewinsky, cutre canto al redil homologado. ¿Con qué vamos a sufrir ahora?

*Periodista y escritor