La policía española ha demostrado un alto grado de eficacia al lograr detener o acorralar, hasta que se inmolaron para no ser apresados, a quienes parecen ser los autores materiales o principales cómplices de los atentados del 11-M. El ministro del Interior en funciones, Angel Acebes, anunció ayer que uno de los suicidas de Leganés es Sharan ben Abdelmajid, El Tunecino, a quien la policía y el juez instructor del caso consideran el cerebro del brutal ataque en Madrid.

La operación policial del sábado fue, por tanto, un golpe casi definitivo contra este grupo islamista que ha actuado en España. Con el descubrimiento de la vivienda de Leganés, que servía de refugio a los terroristas, la policía ha conseguido, además, evitar nuevos atentados, pues el comando tenía más explosivos y detonadores.

Resulta, no obstante, escalofriante constatar que el terrorismo de los fanáticos de Al Qaeda se haya instalado aquí, en un siniestro proceso de globalización del terror. El carácter suicida de estos grupos les hace especialmente mortíferos. Por eso cabe esperar que las fuerzas de seguridad no bajen la guardia ante grupos que han elegido España como uno de sus teatros de operaciones.