No es la primera vez que en el conflicto más duradero de cuantos hay abiertos en el mundo, los palestinos de Gaza bajo el control del movimiento islamista Hamás y las fuerzas israelís protagonizan una escalada bélica. Esta es la tercera desde el 2007. Ahora, sin embargo, es distinto. Por primera vez los cohetes lanzados por las milicias de Hamás desde la franja se han acercado a Tel Aviv y a Haifa, en el norte, y ponen al 80% de Israel en su radio de acción, aunque por el momento no han causado víctimas. Todo parece indicar que su arsenal está bien surtido. Esta escalada se registra cuando en la zona ha habido grandes cambios políticos y diplomáticos. Hamás ha perdido el apoyo que le brindaban desde Egipto los Hermanos Musulmanes, organización ahora desactivada por el nuevo rais del país vecino. Y también el de Damasco y Teherán por haber defendido la revuelta siria. En Israel, el primer ministro Binyamin Netanyahu, uno de los políticos que más ha hecho por obstaculizar el proceso de paz con sus constantes autorizaciones para la construcción de nuevos asentamientos en los territorios palestinos ocupados, está atrapado por unos socios de coalición mucho más radicales, por una ultraderecha dispuesta a lanzar una acción terrestre sobre Gaza (el territorio con una mayor densidad de población del mundo) y acabar de una vez por todas con Hamás.

FALTA DE ESTRATEGIA

Históricamente, el Egipto de Hosni Mubarak, apoyado política y militarmente por EEUU, había tenido un papel determinante en la seguridad de las dos partes en conflicto, pero esto ya no es así. El régimen del general Al Sisi es deudor de las petromonarquías del Golfo con una agenda propia y distinta. Por su parte, la capacidad de Washington para desactivar la escalada es muy limitada respecto a lo que fue. El poder de persuasión del presidente Obama en el conflicto de Oriente Próximo está seriamente dañado. La suma de un mayor y más potente arsenal en manos de Hamás, su situación desesperada por falta de apoyos, la debilidad del primer ministro israelí con un gabinete dividido, la de EEUU, así como un mapa cambiante en la vecindad, denotan falta de estrategia en todas las partes implicadas. En estas circunstancias, detener la escalada será muy difícil y sea cual sea el resultado, será mucho peor al de las anteriores.