En la encuesta trimestral del Banco de España de finales del 2017 se reconoce que las ganancias netas de las empresas aumentaron un 7,4% respecto al año anterior. Los salarios en esas mismas empresas apenas lo hicieron en el 0,2%. No hay que elucubrar demasiado para advertir que la brecha en el reparto de los beneficios generados por la producción se sigue agrandando entre los actores que la generan. La columna de los salarios lleva una década soportando una crisis de la que se asegura que se está saliendo en los últimos ejercicios sin que esto se refleje en los mismos. España va insistiendo en caer cada vez más en el aumento de los índices de desigualdad social de su entorno europeo. Con las pensiones en la agenda de movilizaciones y el amago sindical de empezar a calentar motores ante una posible huelga general, la actividad política no termina de centrar los debates urgentes y que de ellos surjan iniciativas eficaces. Todo son parches en caliente para ir acallando protestas de mucho calado. Se tapona una espita con celo y la presión estalla por otro conducto. La burbuja de los alquileres ya está empezando a avisar. Según Eurostat, el 43% de los arrendatarios españoles destina más de 40% de sus ingresos a pagar el alquiler. Claro que mientras en el Reino Unido la vivienda social alcanza el 18% y en Francia el 17%, en España no supera el 1%. Poco contrapeso se puede hacer a las leyes del mercado con ese parque. Un asunto que está tomando relevancia y que tampoco se resolverá de la noche a la mañana. Otro más.

*Periodista