David Lewis definió en 1996, un nuevo concepto: el síndrome de fatiga informativa, como consecuencia del manejo de tal exceso de información que provoca la parálisis de la capacidad analítica, la dificultad de distinguir lo esencial de lo anecdótico; en definitiva, la superficialidad. Mucho antes, Marsahll MacLuhan había dicho que el medio es el mensaje, que da forma a los contenidos de un modo más importante que los contenidos en sí mismos, y jugaba con el parecido lingüístico entre mensaje y masaje.

Estos días se celebra la Cumbre del Clima en Madrid. Más allá de la preocupación por la sostenibilidad del planeta y el medio ambiente o las conclusiones que pueden alcanzarse, el protagonismo parece centrarse en exclusiva en la figura de Greta Thunberg, ni siquiera por el sentido de su discurso o por el hecho de tratarse de una adolescente, sino como un personaje en sí mismo, uno de esos que podría haber salido de algún programa (o de todos) de Tele 5, esa cadena líder de audiencias que marca lo que es importante (o no) y lo que nos debe preocupar (o no) en este país.

Paralela y paradójicamente, el alcalde de Madrid, que también sería digno de la misma cadena, el mismo que llegó al puesto con la promesa de revertir Madrid Central, el proyecto que puso Carmena en marcha para combatir en lo posible los efectos perniciosos de la contaminación en la capital, es el anfitrión (accidental) de la cita internacional. Seguramente lo de menos sea su actual posición, abstrusa y ambigua, y lo de más, la cantidad de dinero que la cumbre va a dejar en la capital, que en realidad debe ser lo fundamental. Algo así como la nueva Copa Davis en la Caja Mágica, en la que lo principal parecía ser si Gerard Piqué aplaudía con mucho o poco entusiasmo a Rafa Nadal y, por lo tanto, a España.

En política tampoco se ha celebrado el escaño logrado por Teruel Existe como el reflejo de lo que es: el hartazgo de una zona deprimida, a la que los partidos de siempre no han sabido dar respuestas más allá de las promesas incumplidas. Que se quiera desacreditar la iniciativa o que se hable de intrusismo solo prueba el nivel de inquina sostenida en el tiempo que hay en este país. Está claro que solo importa lo superficial, lo prescindible. En cuanto profundizas, te das de bruces con la realidad: más allá de una España vacía o vaciada, hay una que está llena, sí, pero de frivolidad. Y aún no se sabe qué es peor.