No es obligatorio gobernar, me decía el otro día alguien que se dedica a la política y que, evidentemente, no es simpatizante de Pedro Sánchez. Si no puede sumar, añadía, que lo deje y convoque elecciones. O que pacte con lo separatistas, él verá. Susto o muerte. Y es que ese parece ser el pensamiento común de los partidos de la oposición. Si el PSOE no suma, que lo deje y vuelva a concursar. Tiene su lógica, claro. Tiene su lógica en este clima de que el bien común es lo menos importante, lo que importa es que votemos y votemos hasta que salga lo que a algunos les apetece que salga. La ciudadanía, en este caso, es lo de menos. El sentido de Estado, también. Ayer se publicaron los datos de filiación a la Seguridad Social y la cifra ha vuelto a subir: deberíamos estar exultantes como país. Sin embargo, yo no veo a la gente contenta. Muchos están (estamos) hartos de vivir en la incertidumbre. Sin gobierno, bombardeados con la idea de que no hay futuro, de que no vamos a cobrar las pensiones, de que a cierta edad ya no vales para nada, de que los jóvenes solo sirven para ser explotados. Con unos derechos consolidados que vuelven a estar en cuestión. Escuchando cada día burradas que pensábamos que estaban más que superadas. Ayer Sánchez anunció que intentará la investidura el día 22. Ya veremos lo que pasa. Lo único que tengo que decir es que no es obligatorio gobernar, desde luego. Pero también que cada partido que obstaculice la investidura debería salir de su burbuja, bajarse al bar y preguntar al paisanaje. Y luego que obre en conciencia o por interés, pero sobre todo, que se atenga a las consecuencias. Porque estamos hartísimos, señores políticos. De todos. Ustedes verán.

*Periodista