Toda medida preventiva que persiga modificar hábitos tóxicos para la salud plantea el falso dilema entre la libertad individual y las decisiones de las autoridades. En el caso del tabaco, las tabaqueras pondrán el grito en el cielo en nombre de la libertad (individual y de comercio, por supuesto). Así, ante medidas reguladoras de la publicidad del tabaco, o el incremento de la fiscalidad del tabaco, la respuesta es idéntica: invocar la libérrima voluntad individual. Muchos adoptan la misma posición, pero las autoridades sanitarias pretenden, con sus medidas, no tanto prohibir la libre elección de fumar, sino brindar la más fidedigna información para que cada uno tome su mejor decisión.

ESTA CLASICApolémica esconde dos grandes cuestiones. La primera es que se trata de un problema de salud colectiva y como tal debe abordarse. Si aceptamos que la introducción del casco obligatorio para motoristas mejoró drásticamente otro problema de salud pública como era la epidemia de accidentes mortales de tráfico, no podemos invocar la libertad para denostar los espacios sin humo, o quejarnos del aumento del precio del tabaco.

Las causas de muchos problemas de salud están fuera de la capacidad de acción o respuesta individual y por ello está legitimada la acción desde la responsabilidad de las autoridades. La segunda afecta al derecho y deber de información veraz y completa. Aquí topamos con las poderosísimas industrias tabaqueras, capaces en nombre de la libertad de mercado de pisotear la libertad de información de los actuales y futuros consumidores. ¿Cómo explicar si no su contumaz negativa a informar en los paquetes de tabaco de todos los contenidos de las labores que venden? Simplemente, para esconder que añaden amoniaco a los cigarrillos rubios a sabiendas de que así aumentan el poder adictivo de la nicotina.

¿Cómo explicar que a pesar de una expresa prohibición, la mayor parte de su publicidad se destine al mercado de los menores de edad? Simplemente, porque saben que son los consumidores más débiles e influenciables y constituyen el grueso de sus futuros compradores, adictos y estables.

¿Cómo explicar que corporaciones como Philip Morris y J. R. Reynolds hayan sido multadas por la Comisión Europea por contrabando de tabaco? Simplemente, porque ante el incremento del lucro se desvanecen todas sus falacias sobre la libertad e igualdad de los agentes en el mercado.

Volviendo al falso dilema, se trata simplemente de modificar hábitos tóxicos de la población mediante medidas que persiguen restablecer libertad e información veraz para todos los ciudadanos, fumadores o no. Después cada uno escogerá, pero con más libertad, con más información. Se habrá conjugado libertad individual con una acción pedagógica y respetuosa.

LAS MEDIDASmás eficaces frente al tabaquismo son, por este orden: incremento del precio mediante un impuesto especial e igual para todas las labores del tabaco; limitaciones a la publicidad; promoción de los espacios sin humo. Es ya una evidencia empírica contrastada en diversos países que un aumento en el precio del tabaco implica un automático descenso en el consumo. El efecto disuasorio del encarecimiento viene a sumarse al deseo de más del 70% de los fumadores de abandonar su hábito. El éxito esta pues asegurado. En Francia, un incremento del 20% en los precios produjo recientemente un descenso del 13% en el consumo.

Tal como aceptamos los costes medioambientales en el incrementado recibo del agua, deberíamos aplaudir este futuro sobrecoste del tabaco que se destinará a financiar los sobrecostes que el tabaquismo genera a la sanidad pública. No olvidemos que disfrutamos --con gran aceptación-- de un sistema sanitario público, universal y por ello mismo solidario. Siendo el tabaquismo un problema de salud pública es un problema de todos. En este caso puede hacerse excepción del principio de fiscalidad universal y acudir al impuesto especial y finalista, pues se tratará de un impuesto pedagógico, salutífero y que, además, digan lo que digan los embozados del liberalismo, nos hará más libres.

*Médico y diputado socialista