Pese al singular llamamiento hecho hace unos días por Vladímir Putin para que los separatistas prorrusos de Ucrania aplazaran el referendo sobre la independencia, la consulta en Donetsk y Lugansk se realizó y sin observadores independientes. Es un referendo a todas luces ilegal y así lo reconocen Kiev y la comunidad internacional. Sin embargo hay un dato que no puede pasar por alto, y es la masiva afluencia de votantes que no reconoce la autoridad de Kiev, ya sea por ser rusófonos o ciudadanos decepcionados por el pésimo modo en que las autoridades ucranianas gestionan la grave crisis. El referendo es un desafío en toda regla a Kiev, cada vez más impotente, y un nuevo tanto para Putin, que sigue manteniendo a la comunidad internacional medio paralizada, siempre a remolque de sus movimientos. Sería un paso adelante que Bruselas y Washington renunciaran a la disyuntiva excluyente de o con Moscú o con Occidente cuando cualquier solución debe incorporar a Moscú. Y ayudaría el reconocimiento y garantía de los derechos de la población del este y el sur de Ucrania.